Por Pat Mooney*
Estamos atestiguando a la contaminación transgénica de la FAO. Eso es una tragedia. Todo el proceso ha contaminado a la FAO. Es sorprendente darnos cuenta que, a lo largo de los últimos meses, mil 500 organizaciones campesinas, sociales y de la sociedad civil de todo el mundo
escribieron una carta al secretariado general de la FAO diciéndole: tienen que hacer algo respecto a un crimen de lesa humanidad que está ocurriendo aquí en México con los cultivos de maíz. La FAO respondió: nos encantaría ayudar, pero se trata de un asunto nacional, y nosotros no podemos intervenir en un asunto nacional.
Después, la FAO viene a México, y realiza una conferencia sobre la biotecnología en cultivos y, cuando los agricultores, los campesinos y las organizaciones de aquí, como UNORCA, le dicen a la FAO que quieren participar en ella para hablar sobre la contaminación transgénica, la FAO responde: “nos encantaría que vinier a n pero, desafortunadamente, esta es una conferencia internacional y ustedes no pueden asistir”. De tal manera que, lo que atestiguamos aquí es la contaminación de la FAO a manos de las empresas trasnacionales y la cobardía de la FAO para abordar este tema como organización del sistema de Naciones Unidas, y eso es absolutamente inaceptable.
Si se miran los crímenes contra la humanidad, como lo es la contaminación transgénica del maíz, debemos mirar también el crimen contra la humanidad que representa la contaminación de la Organización de Naciones Unidas.
Hambruna
Hubo una vez, hace 35 o 36 años, una hambruna. Y en esa hambruna, mientras la gente moría vimos que hubo también especulación en el mercado, vimos que mucha comida desaparecía del mercado, vimos muy altos precios de los alimentos. Había sequía, altos precios del petróleo, preocupación sobre el futuro de la economía petrolera y una preocupación también porque la crisis alimentaria tal vez se quedaría con nosotros por muchas décadas. ¿Les suena familiar? ¿Habían oído hablar de estas crisis antes?
De manera que el mundo (o al menos nosotros) teníamos un problema. Y el problema era terminar con el hambre y asegurarnos de que los agricultores fueran tratados honorable y equitativamente mientras nos ayudaban a terminar con el hambre. Necesitábamos una reforma agraria, necesitábamos mercados justos, necesitábamos ser tratados equitativamente.
Teníamos un problema, pero la industria tenía una oportunidad, porque las crisis siempre crean oportunidades para alguien. La oportunidad para la industria era que enfrentaba un mercado sumamente diversificado y ese mercado diverso de insumos y productos (fertilizantes, agroquímicos y semillas) no era tan lucrativo como podía ser. Desde la perspectiva de la industria, había demasiadas empresas semilleras, demasiadas empresas químicas, todas demasiado desorganizadas, lo cual no ofrecía muchas oportunidades para generar ganancias. Y para la industria también estaba el problema de cómo convencer al sector público para que dejara de competir con el sector privado, el problema de sacarlo de la competencia.
Ese fue el origen de las llamadas Asociaciones Público-Privadas (Public-Private Partnerships) . Lo que las empresas propusieron fue: No se preocupen. Nosotros nos encargaremos del hambre. Todo lo que ustedes tienen que hacer es entregarnos lo que necesitamos para controlar el mercado. La industria dijo: tenemos esta tecnología nueva. Es extremadamente cara. Es muy riesgosa, en términos de nuestra inversión e investigación, así que necesitamos que el gobierno nos abra un espacio para que podamos desarrollar esta tecnología y poder así alimentar a los hambrientos del mundo.
Lo único que los gobiernos debían hacer eran tres cosas:
1) tenían que cambiar el sistema de patentes para posibilitar la propiedad sobre la vida, para poder tener patentes monopólicas sobre todos los aspectos de los seres vivientes, es decir, sólo cambiar las leyes un poco; en términos de regulación, los gobiernos sólo tendrían que hacerse un poco de la vista gorda, cuando las empresas comenzaran a concentrarse a través de diferentes sectores de la economía. No se preocupen por la política de competencia. Permitan que las compañías fabricantes de pesticidas adquieran empresas semilleras y permitan que las empresas farmacéuticas comprarlas a todas.
2) Que el gobierno dejara de competir con la industria privada. En esta asociación público-privada propuesta por la industria, el sector público tenía que desaparecer, para que así dejara de haber investigación financiada con recursos públicos que estuviese directamente vinculada con los agricultores, con los campesinos. La investigación pública debería estar únicamente vinculada con las empresas y nadie más.
3) Había que convencer a las pequeñas empresas en el sector privado (a las pequeñas empresas semilleras familiares y todas las pequeñas industrias) de que tampoco estaban calificadas para competir porque esta tecnología es demasiado grande y cara como para que las pequeñas empresas pudieran costearla y sobrevivir. Así que las pequeñas empresas debían rendirse y dejarse comprar. Y las empresas obtuvieron todo lo que pidieron.
La concentración monopólica
A lo largo de los últimos 35 años, después de la última gran crisis alimentaria, lo que ocurrió fue que pasamos de alrededor de 7 mil diferentes empresas semilleras en el mundo, que abastecían de semillas a los agricultores, a sólo cuatro empresas que controlan más de la mitad del mercado mundial de semillas. Y las 10 más grandes empresas controlan más de dos terceras partes del mercado mundial de semillas comerciales. Y las principales empresas químicas han pasado de ser alrededor de 65 a apenas ser nueve, que controlan cerca de 90 por ciento del mercado mundial de pesticidas. Y del mismo modo, las grandes empresas se han apropiado del mercado de la medicina veterinaria y del mercado de la genética del ganado.
Y como ustedes saben, las principales empresas fabricantes de pesticidas son las mismas principales empresas semilleras en el mundo y también son las principales fabricantes de medicamentos veterinarios y muchas de ellas se están moviendo hacia el mercado de la genética animal y el control genético del ganado. Y en todo el mundo, el sector público se marchita y muere, y aquello que queda de él, ese pequeño sector está casi enteramente al servicio del sector privado, esto es, al servicio de las grandes empresas.
Y, por supuesto, la gran tecnología que propusieron las empresas hace 35 años, la tecnología que resolvería los problemas del hambre en el mundo es la biotecnología, los transgénicos.
¿Han notado ustedes cuán exitosas han sido las empresas? En 1996 había 400 millones de hambrientos en todo el mundo. El año pasado, durante la última cumbre sobre alimentación, se contabilizaban mil millones de hambrientos en el planeta. Han tenido mucho éxito, pero nosotros todavía tenemos un problema: hambre, injusticia, la destrucción de la agricultura campesina alrededor del mundo. Ahora la ONU se vuelve a reunir, aquí en Guadalajara y lo que dice es: tenemos un problema. Tenemos una crisis alimentaria, una crisis de los combustibles fósiles, una crisis financiera, una crisis climática. ¿Qué vamos a hacer? Y la industria está aquí en Guadalajara diciendo: “No se preocupen. Tenemos una solución. Estamos yendo aún más allá de la biotecnología y hemos empezado a hablar de la biología sintética. Tenemos una nueva generación de tecnologías que resolverán sus problemas.
Según la industria, nosotros hemos estado pensando mal el problema. Hemos estado pensando en cosas como comida; hemos estado viendo a la tierra como un espacio para cultivar medicinas, o bien, como un espacio donde vivir, cuando, en realidad se trata sólo de carbohidratos. Sólo es biomasa. En realidad, según la industria, no necesitamos de los agricultores para producir alimentos; lo que necesitamos es cultivar biomasa. Y al final del día, lo único que necesitamos decidir es cómo usar esa biomasa. ¿La usaremos para alimentar nuestros automóviles? ¿La usaremos para alimentar a nuestra gente? ¿A nuestro ganado? ¿Para producir plásticos u otros bienes industriales? Sólo es biomasa.
El problema para la industria es, por supuesto, convencernos de que esta tecnología es en verdad la solución, de que esta nueva y extrema ingeniería genética, este nuevo nivel de la biotecnología es la solución a todos nuestros problemas. Y dicen que ésta es también la solución al cambio climático. A medida que nuestros cultivos están en un riesgo mayor mientras cambia el clima, a medida que debemos enfrentar nuevas plagas y enfermedades, necesitamos transitar por este enfoque extremo para adaptarnos rápidamente a nuevas condiciones que nunca antes habíamos experimentado. Y la industria nos dice: sólo confíen en nosotros.
La oportunidad para la industria
De manera que, nuestro problema de hambre es, nuevamente, una oportunidad para la industria. Y esa oportunidad se reduce a un simple hecho: que, para ellos, en la actualidad, menos de una cuarta parte de la biomasa terrestre anual es utilizada o, como ellos la ven, mercantilizada, es decir, como objeto de compra-venta en el mercado. Esto significa que para la industria, tres cuartas partes de la biomasa mundial todavía es susceptible de ser mercantilizada, que está ahí para ser controlada, poseída por la industria.
Las empresas necesitan entonces crear un nuevo mito tecnológico que les permita obtener acceso a ese 75 por ciento de la biomasa del mundo. Si ustedes son campesinos aquí en México, saben bien que no existe tal cosa como biomasa sobrante o desaprovechada. Ustedes saben que esa biomasa es usada por la madre naturaleza para mantener los ecosistemas, es usada para medicamentos o para alimentar al ganado; por supuesto que es usada como alimento, pero siempre es aprovechada, siempre tiene un lugar y una función. Es absurdo, deshonesto y una desgracia el sólo sugerir que la biomasa del mundo no es utilizada. Pero la biomasa que no es propiedad privada, que no es controlada por las empresas es vista como un crimen de lesa industria. Y quieren detener ese crimen aquí, en este país, mediante el control de los centros de diversidad agrícola y mediante el control del maíz.
La lucha más importante hoy es por asegurarnos de que el maíz siga siendo lo que ha sido a lo largo de la historia, que el maíz siga siendo de la tierra y del pueblo de México. Esa es la batalla más importante. Si ustedes pierden la batalla en el centro de origen del maíz, entonces perderemos los centros de origen de la diversidad agrícola en todo el mundo. No podemos ganar si ustedes pierden. Ustedes no sólo están luchando en defensa del maíz, no sólo están luchando contra Monsanto. Están luchando contra los nuevos amos de la biomasa y contra los nuevos controles que ellos proponen sobre las nuevas tecnologías. Todos dependemos de ustedes.
He visto los carteles que rezan: Sin maíz no hay país. Pero eso no es suficiente. Yo creo que sin maíz no hay humanidad. Lo necesitamos. Si ustedes pierden aquí, todos perderemos.
---
*Pat Mooney es Director Ejecutivo del Grupo ETC. Intervención en la audiencia: Los transgénicos nos roban el futuro, organizada por La Vía Campesina, la Red en Defensa del Maíz y la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales.
Traducción: Octavio Rosas Landa.
----
Fuente: Publicada en la Jornada, México, 6 de marzo 2010
Comentarios (3)