- El fracaso del cemento y la calamina como modelo de desarrollo y la necesidad de promover inversión productiva en la selva.
Por José Álvarez Alonso*
He conocido a muchos alcaldes provinciales y distritales, y he oído de las hazañas' de muchos más, en el cuarto de siglo que Diosito me ha regalado en Loreto, pero nunca uno como Emir Masengkai Tempo. Sí, es un alcalde indígena, del pueblo Awajún (antes conocidos como Aguarunas). Lo conocí en una reciente visita a Datem del Marañón, flamante provincia de la que es alcalde.
La primera impresión fue un poco chocante, por decir lo menos. A los miembros de la comisión que le visitó, y a la que yo estaba acompañando (del Proyecto Pastaza-Morona, de KWF-PROFONANPE) nos preguntó, uno por uno: "Quién es usted", muy al estilo awuajún. Sin embargo, luego de tres minutos explicando el drama de los indígenas enfrentados a una nuevo modelo de ocupación del espacio y del uso de los recursos por la concentración de la población en torno a las escuelas rurales, todos nos dimos cuenta que el profesor Emir no es un alcalde cualquiera.
Después de ver tantos esperpentos de plazas y monumentos en capitales distritales, tanta veredita, canchita múltiple y otras obritas sobrevaluadas y coimisionadas regadas a lo largo y ancho de Loreto, no deja de admirar que haya acaldes como Don Emir, que en vez de hablar de "obras" sólo nos habló de proyectos productivos, de remediar el problema de la pobreza y el hambre creciente de su pueblo, del tema ambiental y de promover un desarrollo sostenible basado en el manejo de los recursos naturales, en la producción agrícola y acuícola, y en los bionegocios en general.
El despacho de Don Emir ya es un indicador de que se trata de un alcalde especial: una simple salita con una mesa con papeles y una silla, ningún signo externo que demuestre que es la oficina de un alcalde provincial, ningún objeto ni signo de ostentación, a lo que son tan dados algunos funcionarios públicos de medio pelo que pululan por esta nuestra tierra ("si quieres conocer a Juanillo, dale un carguillo", reza el antiguo refrán). Viendo a la gente sencilla, indígenas Shapra, Candoshi, Achuar, esperando en la puerta de su despacho para hablar con él, comprendimos que no hay otra forma de ser un alcalde en uno de los distritos más indígenas del Perú, que alberga al mismo tiempo algunos de los distritos más pobres.
El Alcalde Emir Masengkai Tempo es un decidido impulsor de proyectos productivos. No piensa tanto en "obras" como en solucionar los graves problemas de desnutrición y salud de los pueblos indígenas de Datem del Marañón.
La catástrofe indígena explicada por un indígena
"Creímos que con la educación estaríamos mejor los indígenas, pero estamos peor que antes. En los últimos 35 años, desde que empezó la educación con los bilingües en nuestras comunidades, los indígenas dejamos de vivir apartados y comenzamos a reunirnos en comunidades, alrededor de las escuelas. Entonces comenzó a depredarse los recursos alrededor, a faltar los animales, la hoja (para techo), la madera, el pescado... Es una situación nueva que no hemos sabido enfrentar. Antes éramos casi nómadas, depredábamos un poco al lado de cada casa y nos movíamos a otro sitio hasta que se recuperaban los recursos. ¿Cómo podemos hacer para que el desarrollo sea sostenible y no acabemos con nuestro bosque y nuestras cochas?, se preguntaba Don Emir.
No nos extrañó que con esa visión tan precisa, tan sabia, del drama que hoy sufren miles de comunidades indígenas aquejadas por el hambre y la anemia (entre 60 y 70% de los niños en edad escolar sufren desnutrición crónica en esta provincia, según UNICEF) el alcalde Emir sea un decidido impulsor de proyectos productivos, en vez de obras de cemento y calamina que suelen hacer los alcaldes por las riberas, más concebidas para sacar la tradicional "comisión" que para impulsar realmente el desarrollo "humano" de su gente.
Don Emir promueve decididamente proyectos orientados a mejorar la calidad de vida de la gente: impulsa la acuicultura para combatir la desnutrición, el cultivo de sacha inchi para generar ingresos, el arroz en los barriales para evitar la dependencia del importado de afuera. Reconoce que sus gentes necesitan mucha capacitación, y busca constantemente realizar convenios y alianzas con otras instituciones para proveer asistencia técnica a las comunidades indígenas, como por ejemplo con el sector Agricultura para el tema de cultivos, o con la ONG Terranova para el tema de piscigranjas.
Don Emir fue alcalde del distrito de Cahuapanas durante tres períodos, una hazaña poco común en zona indígena, donde los conflictos con sus propios alcaldes suelen ser tan comunes (justo durante nuestra estadía en San Lorenzo se anunció la revocatoria del alcalde de Andoas, otro distrito indígena de Datem del Marañón).
Durante su gestión en Cahuapanas Don Emir promovió decididamente el cultivo de peces en estanques, primero en piscigranjas comunales como demostración, luego en piscigranjas familiares para producción. "Mi gente no cree hasta que no ve. Mucho le han engañado los del gobierno y de las ONG y ahora desconfían de todo. Tuvieron que pasar varios años hasta que las gamitanas pesaron varios kilos para convencerse de que los peces se pueden criar como las gallinas", comenta. "Claro que ha habido conflictos, las familias siempre discuten de que la otra trabajó más y ésta se benefició menos, por eso las piscigranjas tienen que ser familiares", acotó.
En su mente y en su oficina bullen proyectos de todo tipo, como transformación y comercialización de sacha inchi, de yuca, de aguaje (la Provincia de Datem del Marañón tiene cerca de dos millones de hectáreas de aguajales naturales, "aguaje que ahora se desperdicia y que podría ser aprovechado e industrializado, sólo hacer falta enseñar a cosechar a la gente sin tumbar el aguaje, y poner una planta de transformación", explica Don Emir).
El alcalde está constantemente explorando y buscando nuevos proyectos productivos, nuevas ideas, nuevos socios y aliados para ayudar a las comunidades indígenas del Datem. Su mayor preocupación es inspirar a su gente a producir y a manejar sus recursos, porque ha visto en la última generación cómo se empobrece la gente. La identidad y la cultura también son importantes, y apoya actividades y proyectos de revaloración y recuperación cultural, como danzas tradicionales, artesanías...
El tema ambiental como instrumento de desarrollo Pero Don Emir no se queda en los proyectos productivos y en actividades de corto y mediano plazo. También el largo plazo, el medio ambiente y el cambio climático son una gran preocupación: nos habló casi un cuarto de hora de su proyecto de relleno sanitario en San Lorenzo, capital Distrital, y sus gestiones para conseguir la carísima geomembrana que evitará la contaminación de los suelos y las aguas subterráneas con la basura... Una preocupación por la salud de la gente y por mejorar su economía similar a la que hay en Iquitos, oigan.
Él es muy consciente de los retos y oportunidades que representa el cambio climático, y habla de aprovechar el interés del mundo en conservar los bosques y en los biocombustibles como alternativa al petróleo para sacar ventaja para la Amazonía. "Tenemos una provincia muy bien conservada, y no queremos destruirla. Queremos desarrollarnos con un modelo sostenible, y estamos buscando quién nos ayude". No me cabe duda que los encontrará. Ya tiene un perfil de proyecto para captura de carbono, y está buscando aliados para impulsar los negocios ambientales en Datem del Marañón, cubierto en más de un 99% por bosques, parte aguajales, estos pantanos son el ecosistema con más capacidad de almacenamiento de carbono que se conoce.
Don Emir es un pionero en la reforestación de palmeras. Hace años, durante su primer periodo de alcalde de Cahuapanas, sembró cuatro hectáreas de palmiche, la hoja que sirve para techar las casas en esta zona y que llegó a ser tan escasa por la sobre explotación que la gente tenía que cargar desde muy lejos, a veces más de un día. Al principio nadie le creía. Decían, según nos cuenta Don Emir: "El palmiche no crece fuera de su tierra". Ciertamente no crece al sol, es palmera de sotobosque, como bien reconoce el alcalde, pero por eso lo que él hizo fue rozar las cuatro ha. (esto es, librar de malezas sin tumbar los árboles grandes), y luego sembrar debajo de sombra. La experiencia resultó muy bien, y luego había mandado sembrar mil ha. de palmiche; la gente estaba feliz porque no tenían que cargar tanto para conseguir la preciada hoja para techar sus casas.
Don Emir nos comenta riendo que para el año 2000, en muchas comunidades indígenas que siguen la religión evangélica, se había corrido la voz de que el mundo se iba a acabar, y nadie quería sembrar nada. La gente se la pasaba en la iglesia. "Pero el mundo no se acabó, y los niños siguen comiendo, así que hay que sembrar si queremos vivir, hay pensar en el futuro", afirma sonriendo Don Emir.
No me cabe ninguna duda de que con unas cuantas decenas de alcaldes como Don Emir cambiaría en pocos años el rostro de Loreto. He visto demasiados elefantes blancos poblando cuencas donde han desaparecido el sajino, la huangana y el majás que daban de comer a la gente; demasiado cemento y calamina donde lo que falta es alimento; demasiadas postas médicas sin una aspirina convertidas en almacenes de herramientas; demasiadas letrinas convertidas en gallineros; demasiadas escuelas de material noble sin profesor y con niños de 10 años que apenas saben leer y escribir su nombre; demasiadas canchitas múltiples donde los niños no mudan' zapatilla y, por tanto, no las pueden usar; demasiadas vereditas para gente pata cala' y puentecitos podridos para cruzar quebradas insignificantes, y placitas con niños buchisapas, no por gorditos, sino por estar llenos de parásitos y desnutridos.
Necesitamos impulsar un modelo de desarrollo adecuado a la realidad social y ecológica de la región, olvidándonos de una vez del modelo "constructor de obras" como sinónimo de alcalde o autoridad, y más promotores de proyectos productivos y generadores de alimentos, ingresos y desarrollo realmente endógeno. La gente no come cemento ni se educa con cemento ni se cura con cemento. Bien está construir cuando es necesario, pero lo primero es garantizar una buena alimentación para los niños, una buena educación adecuada a la realidad, necesidades y cultura de cada zona, y una buena salud, y esto no lo garantiza una "obra".
He visto fotos de niños en África aprendiendo a leer bajo un árbol y sentados en un tronco desbastado. ¿Por qué aquí seguimos creyendo que la escuela -edificio- es más importante que el profesor, que la posta -edificio- es más importante que el promotor de salud o el sanitario, que la vereda de cemento es más importante que la chacra o que la cocha, o que el estómago de los niños?
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* José Álvarez Alonso, es Master en Ciencias, Biólogo de profesión, e Investigador del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).
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