Por Alexandro Saco
21 de enero, 2010.- En México la nueva Ley General de Desarrollo Social obliga al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) a incluir en sus mediciones de pobreza no sólo el ingreso monetario, sino factores como el rezago educativo, acceso a servicios de salud y seguridad social, calidad de la vivienda y sus servicios básicos, posibilidades de alimentación en las familias y grado de cohesión social.
Se trata de una forma mucho más real de acercarse a la pobreza y a sus condiciones. Con esta nueva medición resulta que el 81% de los mexicanos son pobres, a pesar de haberse hecho antes de la crisis financiera internacional.
El Perú se apega obsesivamente a medir la reducción de la pobreza sólo sobre la base del ingreso monetario; generando la ilusión de que existiendo más dinero circulando en el país, ello signifique menos pobreza.
Como bien se ha hecho México, es necesario reconocer oficialmente que la pobreza es multidimensional y el ingreso monetario acaso sea el factor menos relevante para medirla.
Por otro lado, privilegiar la medición del ingreso lleva a desatender los demás factores que mantienen la pobreza. Así, la forma en que se presenta la reducción de la pobreza contribuye a mantener ésta, porque concentra la acción gubernativa en producir condiciones que beneficien la medición en dinero.
Si seguimos la medición a la peruana, que establece que hoy existirían alrededor de 39% de pobres, permaneceremos enfrascados en una manipulación anti histórica que sólo logra mantener un estado de cosas excluyente.
El correlato de ello es que el país no cuenta con un horizonte de desarrollo sostenible. Ello no quiere decir que no haya más ingresos y dinero, sino que el verdadero tren que permitiría aspirar a un desarrollo social que consolide derechos para libertades, se nos pasa por delante nuevamente. Y la responsabilidad de eso recae sobre un sector político y económico que, como señala Alberto Adrianzén, no gana las elecciones pero termina gobernando el país.
Esto último constituye un rasgo de ilegitimidad, que sumado a las formas y retóricas en que se conduce el país, deriva en la inviabilidad del modelo. Este modelo hábilmente ha incorporado en su fachada los alcances del desarrollo social y de las libertades, pero en la práctica está impedido de aplicarlos.
Existen una serie de tabúes y amarres, cada día más evidentes, que impiden que la aspiración democrática se concrete; las libertades necesarias para lograr una democracia no se pueden aplicar en el país, debido a que es absolutamente difícil que el Estado nacional refleje coherentemente los intereses ciudadanos frente a los otros intereses en juego. Pero la disputa no sólo se da a ese nivel, sino que la despreocupación por reformar el Estado impide que las pequeñas acciones de emprendimiento social o personal, florezcan en la medida de la necesidad que el país requiere.
Hacer política sobre aspiraciones compartidas demanda superar paradigmas como el de la medición arbitraria de la pobreza, porque expresan un impedimento en sí mismo. El actual gobierno de seguro con esa medición se irá dejando la pobreza en 30%, lo cual es casi un insulto a la inteligencia.
Pero más triste es que la mayoría de la comunidad académica, política y empresarial sea comparsa de ese cuento. Es tan endeble la medición de la pobreza hoy, que una persona que gana 300 soles al mes pero vive en una casa de esteras, con piso de tierra, trabajando doce horas al día, sin acceso a salud y menos a educación superior, deja de ser pobre.
La construcción de un proceso de superación de la pobreza tiene bases sobre las que iniciarse; existen elementos relevantes, dinámicas que se deben impulsar y facilitar, procesos de acumulación interna, a pesar de los gobiernos, que deben ser potenciados; y una inserción global que debe pasar de lo primario exportador al valor agregado. Pero presentar esa situación como el umbral del desarrollo, es poco serio.
Incorporemos una medición real de la pobreza en nuestro debate, porque esa es la única forma de lograr que ejerzamos las libertades que requerimos para vivir adecuadamente. Y esa libertad pasa por salir del chantaje de los 229 soles al mes como superación de la pobreza. ¿Se anima el INEI a incorporar los criterios del CONEVAL?
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