Custodia Gil, una originaria del pueblo wiwa. Foto: Revista Mi Alojamiento
Por Mailer Mattié*
“El criterio que permite reconocer que en algún lugar las necesidades de los seres humanos están siendo satisfechas es una expresión o dilatación de la fraternidad, del júbilo, de la belleza, de la felicidad. Allí donde hay repliegue sobre sí mismo, tristeza, fealdad, hay privaciones por curar." Simone Weil (Estudio para una declaración de las obligaciones hacia el ser humano. Londres, 1943)
Los hermanos mayores
Gonawindúa-Nabusimake –Sierra Nevada de Santa Marta- está situada al norte de Colombia, tiene una superficie aproximada de 17 mil kilómetros cuadrados y comprende los departamentos del Magdalena, Cesar y La Guajira. Se estima que ha estado habitada desde hace 12 mil años, aunque sus residentes originarios del pueblo tayrona fueron exterminados durante la conquista española.
Actualmente viven allí cuatro pueblos que se consideran sus descendientes y herederos: los kogui o cággaba que habitan en el interior del macizo cerca de Teyuna, sitio arqueológico conocido como la Ciudad Perdida de los Tayrona; los arhuacos o ikas; los kankuamos; y el pueblo wiwa, arzario, malayo o sanká, que vive en su mayoría en las zonas cercanas al mar.
Hablan diferentes lenguas de origen chibcha y comparten un tercio del antiguo territorio ancestral distribuido en resguardos indígenas, reconocidos legalmente por el Estado desde 1973.
Según su cosmovisión, los dioses fundadores crearon primero a los pueblos de la Sierra como hermanos mayores y luego a todos los demás pueblos del planeta. La Sierra es para ellos, pues, el corazón del mundo, el cordón umbilical que los une a Seneikun -la Madre Tierra- y, por tanto, comparten el destino común de ser sus guardianes para que la vida allí nunca pueda ser destruida.
Según cifras oficiales,(1) en 2010 el pueblo wiwa estaba integrado por 13.627 personas: 6.872 hombres y 6.755 mujeres. Del total, doce mil residen en zonas rurales y el resto en espacios urbanos; el setenta y nueve por ciento de la población tiene menos de treinta años y el dos por ciento es mayor de sesenta años.
Visten de blanco para honrar las cumbres nevadas de la Sierra y su lengua es el damana, aunque el cincuenta y siete por ciento de sus miembros hablan también castellano. “Wiwa” significa “cálido”, gentes de las tierras cálidas; no obstante, son conocidos también como sankás que significa “indígenas”, en oposición a sentalo que designa a las demás personas.
El Kanunka -territorio original wiwa- correspondía a las tierras bajas de la Sierra; sin embargo, a partir de la colonización española las comunidades fueron obligadas a desplazarse hacia tierras más altas para sobrevivir.
En la actualidad, el pueblo wiwa habita la zona norte y sur oriental de la Sierra; el centro de su cultura, en el resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco, es el poblado de Ashintukwa y a su alrededor se distribuyen unas treinta comunidades cercanas a los ríos Jerez, Tapias, Ranchería, Cesar y Badillo, entre las cuales se encuentran: Nunkumaka, Arimaka, Gomuke, Naranjal, Korobal, Siminke, El Caney, Yulago, El Machin, Sabana Grande y Limoncito, entre otras.(2)
Conquistadores, kumkunas, bunzisis y yibis
La vida y la cultura han sido objetivos de la violencia continua que ha tenido lugar en la Sierra durante los últimos cinco siglos. Ubicado en las zonas bajas, el pueblo wiwa fue el primero en enfrentarse a los conquistadores; en el siglo XVIII, además, el gobierno español estableció la conversión obligatoria de las comunidades indígenas al catolicismo y el pago de tributos, generando dramáticos cambios sociales.
Más tarde, durante la primera mitad del siglo XX, el Estado republicano fomentó la presencia de terratenientes y buscadores de oro, mientras la Iglesia prohibía el uso de las lenguas y costumbres originarias y confinaba a los niños en orfanatos para su aculturación. A partir de los años sesenta, por otra parte, se desarrollaron allí los cultivos ilícitos y el narcotráfico, ocasionando el desplazamiento de numerosas familias hacia las zonas urbanas.
Además, la evangelización se prolongó mediante la presencia de miembros del Instituto Lingüístico de Verano, organización religiosa que tiene entre sus objetivos la traducción de la Biblia a lenguas indígenas que ha sido, sin embargo, expulsada de varios países latinoamericanos por influir en las comunidades para que abandonaran sus tierras en complicidad con las compañías petroleras.
Durante las últimas décadas, los pueblos de la Sierra han padecido también la violencia de diversos grupos armados -el Ejército (yibi), la guerrilla (kumkuna) y las organizaciones paramilitares (bunzisi)-, incluyendo el asesinato impune de líderes comunitarios, el reclutamiento forzado de jóvenes y el desplazamiento masivo. En muchos lugares sagrados del territorio, por ejemplo, es posible aún localizar fosas comunes y restos de minas, municiones y explosivos.
Según denuncias de las organizaciones indígenas, entre 2001 y 2006 fueron asesinadas veintisiete personas por la fuerza pública; en abril de 2003, varios helicópteros ametrallaron indiscriminadamente sobre la comunidad de La Laguna, ocasionando el desplazamiento de sus habitantes; en la población de Marocaso, grupos armados destruyeron el puesto de salud que atendía a cuatro mil personas, la escuela, los animales y los cultivos.(3)
Además de muerte, pobreza y desarraigo, la violencia ha causado destrucción medioambiental; el setenta y dos por ciento de los bosques originales, por ejemplo, ha desaparecido, generando la reducción del agua de los ríos y de los arroyos de la cual depende la subsistencia de dos millones de personas que habitan en poblaciones y ciudades cercanas.
El pueblo wiwa, no obstante, intenta recuperar su modo de vida y desarrolla actualmente un inédito proceso de reconstrucción cultural en base a los principios que definen su visión ancestral del mundo, rescatando los lugares sagrados y fortaleciendo sus formas tradicionales de organización comunitaria, subsistencia, educación, medicina, justicia y gobierno local.
El pueblo que nació de un pensamiento
Según la cosmovisión wiwa, antes que apareciera el mundo al amanecer todo era agua, sólo había burbujas de agua. En la oscuridad, sin embargo, se originó primero el pensamiento, durante un instante llamado Gaira, mientras los padres y madres ancestrales discutían sobre la manera de crear el Universo, porque algunos querían y otros no. Al final, la madre Punkusa decidió que aparecieran la luz, las lagunas, los ríos, las plantas y los animales en el lugar sagrado llamado Yuimke Atshintukwa, en la zona baja de la Sierra.
A su vez, Sealukukui y Seizhankwa fueron los encargados de crear a los wiwas y convertirlos en personas, poniendo al fuego un pensamiento en una olla de barro; a continuación, Abu Yuimke les otorgó órganos sexuales y les dio herramientas para que se reprodujeran y pudieran alimentarse y vivir unidos en Atshintukwa. No obstante, Tegu y Abubungá eran los dueños de las semillas que se necesitaban para cultivar los alimentos; entonces, Serankwa padre y Senegá madre le dijeron a Niulue que conquistara a la hija de Tegu, quien finalmente se convirtió en su esposa.
Así, Abubungá enseñó a Niulue a cuidar las semillas, prohibiendo la mentira y el conflicto en los lugares sagrados de cultivo. Al principio tampoco había enfermedad y los wiwas se mantenían sanos, porque cuidaban el territorio. Asimismo, los padres de la creación les dejaron la Ley de Origen o Ley de Sé para guiarlos en su obligación de proteger la vida y el territorio; es decir, las normas que orientan el comportamiento de las personas en sus relaciones sociales y con la naturaleza. Para el pueblo wiwa, pues, el mundo fue creado conjuntamente con las pautas que permiten su conservación y su cuidado.(4)
Andar el mismo camino, siguiendo el consejo de la luna y del sol
En coordinación con los demás pueblos de la Sierra, en la actualidad los wiwas desarrollan el proceso de recuperación de su territorio y de su cultura. En 1993 se fundó la Organización Wiwa Yugumaiun Bunkuanarurua Tayrona (OWYBT), que representa a todas las comunidades y actúa como un instrumento de gestión para las relaciones con la sociedad colombiana y con el resto del mundo.
A partir del año 2008, asimismo, las autoridades tradicionales han impulsado la reunificación con el objetivo de “seguir por un mismo camino y con un solo pensamiento como pueblo”, integrando lo femenino y lo masculino para que haya paz, inteligencia, poder, sabiduría y fuerza.
El proceso de reconstrucción cultural se fundamenta principalmente en la recuperación de los principios contenidos en la Ley de Sé para definir el territorio, la organización política, los sistemas de subsistencia y el comportamiento individual y colectivo, cuyo fin es preservar el equilibrio de la naturaleza y conseguir el bienestar de la vida. La Ley de Origen que determina, en suma, los medios y los fines de la sociedad wiwa; un código dinámico, “escrito” en el territorio, que vincula derechos y obligaciones y que las autoridades tradicionales deben precisar en cada circunstancia utilizando procedimientos ancestrales de “lectura” y de acceso al conocimiento como los llamados zhatukwa, kashivitukwa, kwina y aluna, entre otros.
El sistema de autoridades tradicionales constituye, en este contexto, un pilar básico; cada comunidad cuenta con un Mamo Mayor, una Saga, un Comisario (Nikuma) y dos Cabos, quienes tienen el objetivo de garantizar que la vida social transcurra de acuerdo a lo que establece la Ley de Origen. Mamo significa sol, abuelo o consejero y como tal se espera que proporcione luz y calor a todos por igual; su esposa es la Saga, la luna, la abuela, la consejera, una mujer educada desde niña como guía espiritual y para ejercer la medicina tradicional.
El gobierno comunitario, además, se desempeña en armonía con los ciclos de la naturaleza; así, las autoridades se reúnen durante el solsticio de junio en los lugares llamados Ezwamas Mayores y en el de diciembre en los Ezwamas Menores. Los Mamos de mayor rango son llamados Takina, Makurama y Seishua, quienes poseen y transmiten el conocimiento ancestral; entre sus funciones están la demarcación del territorio, la organización de las ceremonias y rituales en los sitios sagrados y la disposición de las pautas para el cuidado de la naturaleza, la organización social y la subsistencia.
En general, la legitimidad de las autoridades proviene no sólo de la edad, de los largos períodos de formación y del grado de conocimiento adquirido, sino también de su comportamiento ético que sustenta la obediencia consentida de los demás integrantes de la comunidad. Los Comisarios, por ejemplo, al asumir el cargo deben acercarse hasta el mar Caribe y encontrar una piedra blanca llamada Nikuma –de la cual proviene su nombre-, utilizada para la purificación espiritual; los wiwas afirman, además, que existe un elemento denominado kuirisina que otorga a las personas capacidad y honestidad para ejercer su autoridad, fundamentada en hechos y no solo en las palabras.(5)
Además de la protección ecológica del sesenta por ciento del actual territorio asignado legalmente y de los sitios sagrados de las amenazas de grandes proyectos económicos como puertos y represas, (6) los pueblos de la Sierra se han marcado también el objetivo de recuperar durante los próximos años 338 mil hectáreas adicionales de sus tierras de origen. El principal medio al servicio de estos propósitos es la demarcación de la denominada Línea Negra, una frontera imaginaria que rodea a la Sierra formada por la conexión entre distintos lugares sagrados que señalan el límite del territorio ancestral, cuyo conocimiento poseen los Mamos.
En la primera Resolución de 1973, las autoridades tradicionales señalaron treinta y nueve puntos sagrados; no obstante, en la modificación efectuada en 1995, se ampliaron a cincuenta y cuatro. Son sitios simbólicos, llamados también “madres”, que representan todos los aspectos de la vida y donde se realizan diversas ceremonias. Jimain, por ejemplo, señala el punto donde se encuentran la Ley de Origen y el pensamiento; Ayu Kawaka, donde se hacen las ofrendas a la planta sagrada Ayu (coca); Ugeka, donde se realizan los pagamentos para evitar la guerra; existen también lugares donde nacen las enfermedades, donde se previenen y donde se curan. Según afirman los Mamos, si no se realizaran ofrendas y pagamentos, los malos pensamientos se apoderarían del territorio y lo destruirían.(7)
Los poblados wiwas, por otra parte, se organizan a partir de la construcción de las casas ceremoniales denominadas Unguma –donde se reúnen los hombres- y Ushui –donde se reúnen las mujeres-; representan la unión, el acuerdo, la paz, la posibilidad de mantener el diálogo y la difusión de los conocimientos. La Gagaka (Loma) es otro de los lugares importantes para mantener la comunicación entre las personas, a la que acceden por igual hombres y mujeres; allí escucha el Mamo las consultas individuales y pide consejo a los padres originarios y a los antepasados para aplicar la Ley de Origen en cada caso. Subsisten principalmente de la agricultura y del intercambio constante de sus cosechas y otros bienes materiales; elaboran sus prendas de vestir con fibras de algodón y sus bolsos y hamacas utilizando el fique. Cada familia posee una parcela (roza) y cultivan también terrenos comunitarios cuyo producto se distribuye colectivamente.
Necesidades humanas que se complementan
Meses antes de morir, la filósofa francesa Simone Weil (1909-1943) escribió en Londres un conjunto de reflexiones sobre una nueva sociedad posible, publicadas después bajo el título “Echar raíces”. Fiel a su personal búsqueda de la verdad, a la que vinculaba sin dudar con la justicia y con la belleza, una de sus certezas de mayor alcance es la definición de las necesidades humanas como “necesidades terrenales del cuerpo y del alma”; la noción, tal vez, que mejor expresa la esencia de su pensamiento sobre la vida y el mundo social.
El cuerpo humano –escribió- necesita sobre todo alimento, calor, sueño, higiene, reposo, ejercicio y aire puro; las necesidades del alma, no obstante, se ordenan por parejas complementarias. Así, el alma humana necesita igualdad y jerarquía; obediencia consentida y libertad; verdad y libertad de expresión; soledad y vida social; propiedad personal y colectiva; castigo y honor; participación en tareas comunes e iniciativa personal; seguridad y riesgo.(8) Pero ante todo –enfatizó-, el alma humana necesita arraigo, echar raíces en un medio natural que permita sentir a la persona que forma parte del universo.(9) Siguiendo este camino trascendió, de hecho, el discurso de la modernidad al renovar el significado de ideas y conceptos que han sido usualmente asumidos como contradictorios y excluyentes unos de otros.
La satisfacción de las necesidades terrenales, sin embargo, la concibió sujeta a determinadas condiciones y limitada solo por la carencias de los otros. Así pues, las jerarquías habrán de ser legítimas, en referencia a una escala de responsabilidades y ajenas a las que se derivan del poder político o económico. Una autoridad es legítima porque cuenta con el reconocimiento moral de la colectividad y, por tanto, no reclama imposición. Solo las jerarquías legítimas –decía Weil- pueden gobernar en un ambiente saludable que no priva a los individuos de obediencia consentida.
La verdad, por su parte, exige que todos los miembros de una comunidad tengan acceso al conocimiento para defender el bien y la justicia y protegerse a sí mismos de los errores, de la manipulación y de la mentira. La libertad, por su lado, significa múltiples posibilidades de elegir, restringidas solo por las normas que establecen las jerarquías legítimas; si no hay libertad para pensar –escribió-, los límites al pensamiento se traducen en límites a la libertad.
El trabajo colectivo, la responsabilidad y la iniciativa satisfacen, asimismo, la necesidad que tiene el ser humano de ser útil; en la sociedad moderna, tal satisfacción se circunscribe casi exclusivamente al mercado de trabajo, y fuera de él las personas deben enfrentar graves consecuencias morales y materiales. Los seres humanos necesitan igualmente seguridad que proporcione protección ante la vulnerabilidad y la violencia en todas sus manifestaciones; no obstante –afirmó Weil-, el riesgo constituye un incentivo indispensable en el desarrollo de la vida. El honor, por su parte, otorga consideración en el espacio social donde se vive y la propiedad colectiva ofrece sentido de pertenencia al grupo social; las personas, además –pensaba-, deben poseer su propia casa y un trozo de tierra de cultivo a su alrededor.
Aunque es probablemente el arraigo –afirmó-, la mayor necesidad vital de los seres humanos; es decir, su participación en una red de vínculos sociales definida por elementos comunes en referencia a la cultura, la lengua, el pasado histórico y las perspectivas de futuro; un pasado común que sustenta a los miembros de la comunidad, a la vez que inspira y orienta su porvenir. Consideraba, de hecho, criminal todo lo que pudiera desarraigar a una persona e impedirle echar raíces, (10)como la destrucción de las tradiciones de un pueblo, la guerra, la dominación económica y el dinero, al que recomendaba desacreditar porque reduce las iniciativas humanas a la codicia y el poder. Pensaba, además, que también la educación puede llegar a constituir un instrumento de desarraigo, cuando se dirige a la vulgarización de los conocimientos y de la cultura y siembra en las personas la indiferencia hacia la verdad; es decir, la indiferencia hacia la justicia y el bien.
Weil creía, asimismo, que las limitaciones del mundo moderno para satisfacer las necesidades humanas tenían una de sus causas en la insuficiencia del sistema de derechos, al no contemplar como punto de partida las obligaciones. El derecho desvinculado de las obligaciones –escribió-, está ligado solo a cuestiones personales, conduce a la noción de persona y excluye a la colectividad.(11) Es decir, remite a la propiedad privada, la igualdad y la libertad excluyendo, en consecuencia, sus complementos como la propiedad colectiva, la jerarquía legítima o la obediencia consentida.
Su definición del carácter complementario de las necesidades terrenales permite deducir, por tanto, que el fin último de una organización social es garantizar que todos sus miembros puedan satisfacerlas, para lo cual se requiere el desarrollo de múltiples y diversos medios e instrumentos. Un aspecto que le permitió también trascender el modelo de la sociedad moderna que confunde los medios y los fines; el sistema político y la economía –afirmó-, se conciben como fines, cuando en realidad deberían ser medios al servicio del bienestar humano.
Según Weil, pues, solo un orden social que contemple esta metamorfosis puede considerarse apropiado y convenir al pleno desarrollo humano de las personas, convertido en una verdadera alternativa a la injusticia y el desarraigo; un orden, en fin, al que proponemos identificar como una Sociedad Complementaria.
El diálogo con el pensamiento ancestral
En el proceso de reconstrucción cultural del pueblo wiwa observamos, desde luego, diversos elementos que dan forma a una sociedad complementaria. Fundamentado en la recuperación del sistema de derechos y obligaciones que constituye la Ley de Origen, revela una clara definición de las necesidades humanas, de los medios y de los fines del mundo social, ordenando la actividad política, económica, religiosa y espiritual, comunitaria e individual para proteger la vida y el territorio.
El cuidado de la naturaleza y la recuperación del conocimiento ancestral, de la lengua, de las tradiciones y de la idea de un porvenir compartido se traducen, de hecho, en la reconstrucción de un ambiente natural para fortalecer el arraigo. La definición de lo sagrado es aquí, además, instrumento cultural indispensable que confiere a las personas conciencia sobre el objetivo común de sus obligaciones y de sus responsabilidades.
La sociedad contemporánea, sin duda, enfrenta el desafío de comprender la necesidad de propiciar el diálogo con el conocimiento ancestral, dejando atrás cualquier tipo de jerarquías ilegítimas sobre el saber y el tradicional distanciamiento antropológico, surgido de la definición del “otro” como un objeto más de investigación del pensamiento occidental.
El reto de aceptar un diálogo creativo, capaz de revelar múltiples formas de la sociedad complementaria y de otras alternativas al razonamiento industrial y a la esterilidad de las ideologías contemporáneas que justifican el desarrollo económico sin límites y la destrucción del planeta; alternativas generales, en todo caso, para construir democracias legítimas y ciudadanías ecológicas, tal como propone la escritora Sylvia María Valls.(12)
Un acercamiento que seguramente revelaría, por lo demás, la exigencia de proyectar nuevas e indispensables instituciones que derrumben las fuentes de la injusticia, del desarraigo y de la devastación. Un diálogo que debería conducir, en fin, a construir la definición del “nosotros” a partir de la diversidad cultural para disponer juntos el futuro común de la humanidad.
Notas:
(1) República de Colombia. Ministerio de Cultura. Dirección de Poblaciones. Un poco más de la mitad de la población wiwa habla bien la lengua damana. Abril, 2011. En: http://www.mincultura.gov.co/index.php?idcategoria=34350
(2) Zhigoneshi. Centro de Comunicación Indígena. Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. Wiwa. En: http://www.corazondelmundo.co/?q=node/49
(3) El pueblo wiwa de la Sierra Nevada en Colombia pide que lo escuchen y clama justicia. Julio, 2003. En: http://www.jornada.unam.mx/2003/07/21/oja75-colombia.html
Véase también: A seis años de las medidas cautelares del pueblo wiwa. Enero, 2011. En: http://nasaacin.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1496:a-seis-anos-de-las-medidas-cautelares-del-pueblo-wiwa-&catid=77:informativo-kueta-susuza&Itemid=85
(4) Zhigonesi. Centro de Comunicación Indígena. Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia; Art. cit.
(5) Pueblo Wiwa y derechos humanos. En: http://www.anarkismo.net/article/4342?userlanguage=zh&save_prefs=true
(6) Los indígenas de la Sierra Nevada piden auxilio. En: http://www.escritoresyperiodistas.com/NUMERO29/sierra.htm
(7) Indígenas de la Sierra luchan por salvar la Línea Negra. 2009. En: http://www.lasnoticias.co.cc/index.php?option=com_content&view=article&id=98:indigenas-de-la-sierra-luchan-por-salvar-la-linea-negra&catid=53:noticias-secundarias
(8) Simone Weil. Profesión de Fe. Antología y crítica alrededor de su obra. Versión corregida y aumentada. Edición y traducción de Sylvia María Valls. Pleroma ediciones. México, 2006; pp. 54 y ss. En: http://www.institutosimoneweil.net/images/weil-book%20dumi%20july.pdf
(9) Ibíd.; p. 363
(10) Ibíd.; p. 56
(11) Ibíd.; p. 233
(12) Sylvia María Valls. Perfil tentativo de una democracia legítima. En: http://www.institutosimoneweil.net/index.php/faq/36-texto-civ/55-perfil-tentativo-de-una-democracia-legitima
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* Mailer Mattié es economista y escritora. Autora de Los Bienes de la Aldea; La economía no deja ver el bosque; y La sociedad inédita: los límites del marxismo y del progreso (Polanyi-Weil-Illich-Berry).
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Fuente: CEPRID: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1155
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