Por Jorge Pérez Rubio*
18 de octubre, 2010.- El individuo rural del Distrito Teniente Manuel Clavero, en el alto Putumayo, Perú, organizado en comunidades indígenas y no indígenas sobrelleva la construcción de nuevos esquemas mentales, cuyos itinerarios hacia la búsqueda del bienestar común lograron bifurcarse hacia destinos de un modelo extractivista-comercial
que responde al crecimiento de la población indígena y a otros factores internos y externos.
Estos cambios relativos y en permanente progreso implican un salto hacia satisfacción de las necesidades plenas y una forma distinta de re-expresar la identidad cultural tradicional, pues, el bosque está siendo mirado con otro cristal.
Actualmente, el indígena ayuda a conservar la diversidad biológica, cada vez, con menor pleitesía y fervor. La concepción tradicional bosque – comercio está siendo sacudida por una alternancia regularmente mercantilista. Van quedando atrás las ‘actividades de subsistencia’ y las expresiones folclóricas tienden hacia la sutileza de las formas.
La emergente racionalidad indígena no cuestiona las oportunidades de bienestar devenidas de la esfera globalizante. El tema de la educación superior, el acceso a la información mediante Internet y TV, el mejoramiento de las viviendas, la energía eléctrica, la adquisición de medios de transportes fluviales motorizados, la pequeña industria y el comercio, el consumo de alimentos manufacturados y el acceso a las medicinas básicas constituyen las líneas de acción y las bases que anima el esfuerzo cotidiano del indígena Secoya, Kichwa y Huitoto.
En consecuencia, se ha incrementado la presión sobre el bosque; pues, siendo esta floresta la principal fuente de subsistencia es, también, la única fuente capaz de proveer de bienes necesarios para la generación de ingresos económicos capaces de subvencionar las demandas individuales encaminadas.
La vida socio-económica tradicional del indígena de este lugar cuya ética representativa se basa en una legendaria prueba conservadora habría sufrido un viraje hacia la práctica mercantilista.
Las posibles causas podrían ser:
- El establecimiento de la Zona Reservada Güeppi y su prolongada falta de categorización;
- El Estado peruano no ha desarrollado proyectos sostenibles que desciendan la presión sobre los recursos naturales;
- Las organizaciones indígenas no trabajan sobre temas referidos a la seguridad alimentaria.
- El engrandecimiento de la dinámica del mercado colombiano.
- La falta de empleo que demanda la nueva generación indígena.
El establecimiento de la Zona Reservada Güeppi (1997) se ha desempeñado como un efectivo corredor biológico que amortiguó la abrupta intervención antrópica del bosque. Pero, la sobreexplotación de los recursos naturales a lo largo de un siglo ha reducido severamente las poblaciones de flora referida a las especies como el Palo de Rosa (Aniba resaeodora), el Cedro (Cedrela odorata) y la Shiringa (Hevea brasiliensis); así como de especies pesqueras como el Paiche (Arapaima gigas), la Gamitana (Colossoma macropomun) y el Paco (Piaractus brachypomus).
Y la falta de categorización definitiva de la Zona Reservada Güeppi concedió al indígena el rol de guardaparque voluntario y, en liberalidad, controla y comercializa los recursos naturales según la oferta y demanda del mercado colombiano.
En su calidad de buen proveedor y mejor cliente negocia especies maderables como el ‘azúcar huayo’, el ‘granadillo’ y la ‘capirona; y es preponderante el comercio de alevines de arahuana, carne de monte y pescado (Paiche y Sábalo).
Las organizaciones indígenas se refieren en su agenda principalmente a temas estructurales que involucra la vida del colectivo humano. Por ejemplo; la Organización Indígena Secoya del Perú (OISPE) y la Federación Indígena Kichwa Alto Putumayo Inti Runa (FIKAPIR) están fortalecidas en torno al rechazo de la actividad petrolera que promueve el Estado a través de Petrobras y el lote 117.
Dicho lote comprende un vasto territorio que acoge los principales manantiales de agua dulce, cabeceras de los afluentes, tributarios y quebradas; cuya prodigalidad, es la base del esplendor de la vida humana y ecológica de esta parte del hemisferio.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG) y el Estado promueven el desarrollo de capacidades, iniciativas de manejo de especies faunísticas e infraestructuras sociales a nivel general. Mientras tanto, las preocupaciones diarias del poblador rural en relación con la dinámica del mundo contemporáneo, es asistida por sí misma.
La reflexión de la juventud indígena sobre la actividad petrolera en la zona difiere relativamente con el pensamiento de los dirigentes y líderes tradicionales; pues, el germen economicista está creciendo en el fértil terreno de las preocupaciones generadas por la falta de empleo, que hostiga permanentemente la expectativa de realización humana de la nueva generación.
Algunos jóvenes se han enrolado al ejército peruano, otros, ayudan al narcotráfico colombiano, una minoría cursa estudios técnicos superiores en El Estrecho e Iquitos. La mayoría está en casa.
La extracción y comercialización progresiva de los recursos naturales de la Zona no representa, a mi juicio, ninguna amenaza ecológica ni cultural, pues, constituye una transición relativa del modo de producción y de las relaciones sociales ancestrales hacia el intercambio justo de bienes y servicios; desde una relación basada en una irrisoria subordinación hacia un estatus comercial con conocimiento de los elementos básicos del mercado; desde la situación de ‘uso con fines de subsistencia’ hacia la búsqueda de una supervivencia razonable.
Consiguientemente, la canasta familiar diaria se hace diversa, segura y nutritiva; adquieren medicinas y acceden a útiles escolares. Además, empiezan a declinar los viejos estereotipos creados por las sociedades de élite sobre los indígenas; dejando atrás los conceptos de ocio y parsimonia.
Este contexto auspicia parafrasear: “Una multitud de caravanas atravesaban los caminos del imperio romano llevando y trayendo mercaderías hacia los puertos para, desde allí, atravesar los mares en temporada, o a las grandes ciudades para proveerlos de lo necesario”.
El flujo y reflujo de bienes y servicios es un acontecimiento histórico que se sustenta en la vida socio – económica del ser humano. Entonces, es muy importante la implementación de iniciativas y esfuerzos corporativos que ayuden a organizar la actividad comercial en la zona a fin de establecer una exitosa cadena productiva de acuerdo a los estándares de conservación de la diversidad biológica.
La mayoría de los indígenas Secoyas y Huitotos profesan la fe cristiana protestante. Las constantes enseñanzas provenientes de los santos evangelios hicieron posible la complementariedad de una base moral que rige la vida de los niños, jóvenes y adultos.
El ‘pastor’ indígena lleva a cabo la ‘celebración de la palabra de Dios’ en su idioma vernacular. El fervor religioso y la fe hicieron posible algunos milagros sobre la salud y el bienestar de varias familias. En efecto, muchos ‘chamanes’ dejaron de practicar sus conocimientos tradicionales sobre el curanderismo. Según sus propias versiones, traían consigo severas aflicciones y problemas familiares.
Mi amigo Seferino de Yaricaya me contaba que en una noche de pesca fue acechado por una gran boa; pero, su invocación a Dios fue suficiente para salvar su vida. Así, muchas viviendas cedieron el marco más visible de sus paredes para ilustrar el hermoso Salmo 91 “Morando bajo la sombra del omnipotente".
Finalmente, llegué a la comunidad mestiza de ‘Puerto Libertad’, en un mediodía. Después de reciprocar la inmensa hospitalidad de los dueños de casa y tratar temas de interés, me invitó a comer. La vistosidad, performance y la exquisitez del plato correspondía a la culinaria de algún restaurant urbano. Esta comida fue preparada con los insumos producidos en esta finca, dijo la dueña de casa.
No tardé en expresar mi gratitud y felicitaciones por haber logrado superar la supervivencia; pues, el plato contenía carne de pollo, verduras y leguminosas frescas, arroz blanco y leche fresca. En ese momento daban la noticia, por TV cable, sobre la muerte de ‘Mono Jojoy’ uno de los cabecillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). "Tengo hijos estudiando en la Universidad en Colombia", dijo el dueño de casa, con humilde temor.
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* Jorge Pérez Rubio es indígena del pueblo Huitoto y ex dirigente regional de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP).
Fuente: Blog de Jorge Pérez
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