Por Kanayo F. Nwanze*
17 de septiembre, 2010.- Los pueblos indígenas son los guardianes de la Tierra, los conservadores de nuestra historia, el seno mismo desde el cual nació la civilización moderna.
Con esto presente, convoco a todos los individuos y organizaciones mundiales en quienes recae la toma de decisiones – incluyendo organizaciones como la mía, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) – para que den prioridad a los derechos y autodeterminación de los pueblos indígenas.
Acabo de visitar varios proyectos rurales patrocinados por el FIDA en Guatemala, donde he tenido la oportunidad de ser testigo personal de cómo se ven afectados por problemas económicos y medioambientales los Maya Quiché y otras comunidades rurales pobres en Latinoamérica.
He invertido toda una vida trabajando con poblaciones indígenas por todo el mundo – compuestas de más de 370 millones de individuos en cerca de 70 países. Y aunque los pueblos indígenas constituyen únicamente el 5 por ciento de la población mundial, cerca del 15 por ciento viven en la pobreza. Más preocupante aún, mientras que otros grupos están tomando pasos lentos, pero seguros, para salir de la pobreza, estudios recientes indican que las poblaciones indígenas tienden a permanecer en la pobreza.
¿Cómo podemos combatir estos obstáculos y crear políticas nuevas que respeten la cultura e identidad de los pueblos indígenas al mismo tiempo que los incluyan en el motor del progreso socioeconómico?
Uno de los primeros pasos a tomar, según el punto de vista de mi organización, es aceptar su diversidad cultural como una verdadera ventaja.
En Latinoamérica solamente existen 400 grupos indígenas distintos, cada uno con su propio idioma y cultura. Las tradiciones de los Maya Quiché en Guatemala, los Emberá en Panamá, los Quechua en Perú, y muchos otros pueblos, nos ofrecen nuevas oportunidades de aprendizaje no solo a nivel espiritual (también nosotros tenemos que aprender a honrar y respetar a la Madre Tierra), pero también a nivel práctico. La sabiduría tradicional que por tanto tiempo ha sido aplicada por las poblaciones indígenas está siendo integrada con la tecnología moderna para proveernos de nuevas prácticas agrícolas que ayudarán a asegurar la sostenibilidad de nuestra permanencia en este pequeño planeta azul.
Yo he visto estas prácticas aplicadas en lugares como Perú, en donde técnicas de irrigación nuevas están siendo integradas con métodos agrícolas antiguos como la agricultura en terrazas, dando lugar a un mayor rendimiento para los campesinos pequeños de la región y a mecanismos duraderos que aseguran la sostenibilidad medioambiental.
No hay vuelta de hoja, nuestro planeta corre peligro. Y a pesar de haber contribuido lo mas mínimo al cambio climático, los pueblos indígenas usualmente se encuentran entre los más vulnerable a su impacto debido a su dependencia en el medio ambiente y sus recursos. Más aún, cerca del 80 por ciento de la biodiversidad mundial se alberga en áreas predominantemente habitadas por estos pueblos.
Sin olvidarnos de esto, debemos mirar hacia ellos, estos protectores de nuestra Tierra, mientras trabajamos en conjunto para crear nuevas políticas de manejo de energía y recursos naturales que contrapesen la necesidad de crear negocios rentables en el campo con la imperativa necesidad global de emplear métodos ecológicos sostenibles.
Pero este cambio fundamental no solo depende de las organizaciones internacionales y gobiernos… ni debería. Los líderes indígenas – y los miembros comunitarios que representan – deben ser los principales actores en nuestros esfuerzos por erradicar la pobreza rural y adaptarnos al cambio climático. Ellos también deben informar el diálogo colectivo mientras trabajamos unidos para crear políticas y prácticas más robustas que incluyan y valoren esa gran diversidad que tanto enriquece a la sociedad entera.
Como organización, nosotros hemos visto este enfoque de impulso comunitario aplicado en países como Bolivia, Brasil, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá y Perú, en donde estamos trabajando en colaboración directa con comunidades locales para decidir la magnitud y dirección de los proyectos que financiamos. Trabajando en consulta con estos grupos estamos descubriendo nuevas formas de adaptarnos a los desafíos medioambientales y de crear empresas rurales rentables, al mismo tiempo que preservamos el abundante patrimonio que estas culturas únicas nos ofrecen.
Desde esta perspectiva podemos decir verdaderamente que los participantes de estos proyectos no son solo beneficiarios de nuestros fondos pero los principales actores y protagonistas, a las riendas de su propio destino en su búsqueda por una vida mejor. Es un nuevo enfoque hacia el desarrollo y las cuestiones indígenas, pero un enfoque que funciona. Estamos seguros que nuestra Madre Tierra concordaría.
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* El Dr. Kanayo F. Nwanze es Presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), una institución internacional financiera y agencia especializada de las Naciones Unidas dedicada a erradicar la pobreza rural.
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Fuente: Blog El Comunitario: http://elcomunitario.net/?p=604
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