Por Manuel Ruiz Müller*
Ser uno de los países mega-diversos del planeta (con la más alta concentración de diversidad de ecosistemas, especies y genes) es un gran título y orgullo, pero vale muy poco si no es posible conservar y transformar esta biodiversidad en bienes y servicios.
Para hacer esto es absolutamente indispensable, invertir en el desarrollo de la ciencia y tecnología que permita aprovechar y agregarle valor a esta riqueza natural. Esto que parece tan elemental, no tiene un correlato ni siquiera tenue en las políticas públicas ni asignación presupuestal en el país.
Pese a que desde el sector académico y en parte desde el sector privado, se repiten los llamados y se dan continuos ejemplos de oportunidades para hacer investigación y desarrollo asociada a la producción, los gobernantes y las clases dirigentes hacen oídos sordos a este clamor. “Es que no es una prioridad… hay problemas y necesidades más urgentes…” y otras justificaciones que van desde las muy torpes hasta las abiertamente provocadoras.
Qué mayor urgencia que generar bienes y servicios de la biodiversidad, que a su vez se traduzca en la creación de riqueza, más puestos de trabajo, nuevas fuentes de recaudación fiscal, nuevas áreas de desarrollo comercial, capacidades tecnológicas, oportunidades de ingresar a mercados, progreso social, etc. etc. ¿No es acaso esto lo que cualquier gobernante tendería a buscar?
Sin duda, la diferencia frente a actividades (perfectamente legítimas) como la minería, o la extracción de gas, o la actividad maderera, o la pesca industrial, el dinero se hace mucho más rápido y se “ve” inmediatamente. Se equipara esto a progreso y desarrollo. Lo dramático en el caso peruano, es que todos los gobiernos de turno, sin excepción, han maltratado de forma grotesca el sector de la investigación y el desarrollo científico, asignando fondos públicos que nos colocan a la altura de Haití y Bolivia en cuanto a inversión pública en investigación de la biodiversidad. Eso no es precisamente para sentirse orgulloso.
La biotecnología, reconocida unánimemente como el arma crítica del desarrollo del futuro (¡del presente!), prácticamente no se ha impulsado, salvo una que otra excepción proveniente del sector privado. El IIAP en investigación con recursos genéticos de la amazonía, el CIP con su investigación en papa y raíces andinas, la Cayetano Heredia con sus trabajos en investigación médica, son de las muy pocas instituciones que, con gran esfuerzo, intentan desarrollar capacidades biotecnológicas y aplicarlas a la generación de bienes y servicios derivados de la biodiversidad.
Resulta indignante, verificar cómo se habla orondamente en las esferas políticas del Perú del enorme potencial de biodiversidad, de nuestras grandes riquezas naturales. Potencial que no puede materializarse en progreso y desarrollo efectivo a partir de la ciencia y la tecnología, simplemente porque hay otras prioridades y urgencias nacionales que atender.
Costa Rica, Brasil, Colombia y México (sin mencionar India y China), igualmente mega-diversos como el Perú, hace años entendieron que el desarrollo de los países puede catalizarse sustancialmente conociendo, conservando y usando la biodiversidad. Las capacidades en ciencia y tecnologías de estos países se han disparado en menos de dos décadas y hoy por hoy pueden competir de igual a igual, en muchos casos, con las más reputadas universidades, centros de investigación y compañías biotecnológicas de EEUU, Europa y el mundo industrializado.
Ciertamente, para conocer la biodiversidad hay que estudiarla, educar y capacitar al elemento humano principalmente. Pero esto parece no convenirle a los gobernantes nacionales. Esta inversión (no gasto) de dinero público no es prioritaria y menos da réditos políticos. Este es el gran drama del país. Sin desarrollo tecnológico no vamos a desarrollar así tengamos las tasas de crecimiento más altas del planeta. Así de sencillo.
En el Año Internacional de la Biodiversidad y con la creación y peso político del Ministerio del Ambiente, sería interesante promover una campaña desde la sociedad civil para llamar la atención sobre la necesidad de invertir, ya mismo, en investigación y desarrollo de la biodiversidad. Esto podría pasar por apoyar los programas ya existentes de investigación en biotecnología y promover nuevos esfuerzos en este sentido.
Asimismo, por fortalecer decididamente el presupuesto del CONCYTEC y crear fortalezas en el campo de la biotecnología en instituciones como el INIA, la UNALM, la propia UNMSM, entre otras. Finalmente, la participación e involucramiento del sector privado, a través de sus gremios podría también ser parte de este esfuerzo nacional que debe enmarcarse desde de un gran plan o programa nacional de desarrollo de la investigación en biodiversidad y biotecnología.
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* Manuel Ruiz Müller es Director del Programa de Asuntos Internacionales y Biodiversidad de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA)
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Fuente: Sociedad Peruana de Derecho Ambiental: http://www.actualidadambiental.pe/?p=4476
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