IPS, 17 de setiembre, 2017.- Exacerbados por los avatares climáticos, los cada vez más numerosos conflictos son los principales responsables de la grave crisis alimentaria actual y del resurgimiento de las últimas hambrunas, alerta el primer informe de la ONU que mide los avances hacia la Agenda 2030.
El hambre y la desnutrición son significativamente peores allí donde los conflictos son prolongados y la institucionalidad frágil, alertó este 15 de septiembre el completo informe de varias agencias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
“Tras disminuir de forma estable durante una década, otra vez aumenta el hambre en el mundo, afectando a 815 millones de personas en 2016, 11 por ciento de la población mundial”, reza la nueva edición del informe anual sobre seguridad alimentaria y nutrición.
Además, múltiples formas de malnutrición amenazan la salud de millones de personas.
“El aumento, 38 millones de personas más que el año anterior, se debe en gran parte a la proliferación de conflictos violentos y de golpes relacionados con el clima”, según el estudio.
"Hacer frente a la inseguridad alimentaria y a la malnutrición en contextos de conflicto no puede ser como de costumbre".
Hacer frente a esos problemas en contextos de conflicto no puede hacerse como de costumbre, alerta el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2017, elaborado en conjunto por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), además del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, emite una alerta clara: la ambición de un mundo sin hambre ni malnutrición para 2030 será muy difícil, y para lograrlo se necesitarán renovados esfuerzos y nuevas formas de trabajo.
Las consecuencias
Las consecuencias son impactantes, unos 155 millones de niñas y niños menores de cinco años presentan retraso en el crecimiento y 52 millones sufren de desnutrición aguda (pérdida de peso).
Por otra parte, unos 41 millones de niños tienen sobrepeso. También preocupa la anemia entre mujeres y la obesidad en adultos. Estos problemas no derivan solo de conflictos y del impacto del cambio climático, sino también de cambios radicales en los hábitos y en la desaceleración económica.
Más personas subalimentadas de forma crónica
En 2016, se estima que la desnutrición crónica aumentó y afectó a 815 millones de personas, por encima de las 777 millones registradas el año anterior, aunque por debajo de las 900 millones de 2000.
Este último aumento podría ser una señal de que se revierte la tendencia.
“La seguridad alimentaria empeoró gravemente en varias zonas del África subsahariana, Asia sudoriental y Asia occidental. Se observó un deterioro especial en situaciones de conflicto y en conflictos sumados a sequías e inundaciones”, detalla el informe.
La aparente ralentización en la disminución del hambre todavía no se refleja en la prevalencia de problemas de crecimiento infantil, que siguen cayendo, aunque el ritmo de la mejora es más lento en algunas regiones, alerta el informe.
La prevalencia de problemas de crecimiento cayó de 29,5 por ciento a 22,0 por ciento entre 2005 y 2016, aunque 155 millones de niños menores de cinco años todavía sufren de retrasos en el crecimiento.
Niñas, niños con problemas de crecimiento
La desnutrición infantil aguda afectó a uno de cada 12 niños menores de cinco años en 2016, más de la mitad de los cuales (unos 27,6 millones) viven en Asia meridional.
Coexisten múltiples forma de malnutrición, además de que hay países que registran de forma simultánea elevadas tasas de desnutrición infantil, anemia entre las mujeres y obesidad adulta.
El grado de retraso en el crecimiento es inaceptablemente alto en algunas regiones, y de continuar la tendencia actual, no se alcanzará el objetivo de reducirlo para 2030, según el informe.
Desaceleración económica
Otra conclusión clave es que el deterioro de la seguridad alimentaria se observó en contextos más pacíficos.
Eso ocurrió cuando el decrecimiento se consumió las divisas y los ingresos fiscales, lo que afectó la disponibilidad de alimentos, reduciendo las posibilidades de importación, así como el acceso a estos a través del reducido espacio fiscal para proteger a los hogares pobres del aumento del precio interno de los alimentos.
El informe procura ofrecer una comprensión del nexo entre conflicto y seguridad alimentaria y nutrición, así como demostrar por qué los esfuerzos para combatir el hambre deben ir de la mano con los que apuntan a preservar la paz”, precisó.
El hambre golpeó en algunas partes de Sudán del Sur durante varios meses a principios de 2017, y hay grandes riesgos de que vuelva a ocurrir, así como que aparezca en otras áreas conflictivas, como el noreste de Nigeria, Somalia y Yemen.
Alarmas
En la pasada década, los conflictos aumentaron en cantidad, en complejidad y en su naturaleza irresoluble, coincidieron José Graziano da Silva, director general de la FAO, David Beasley, director ejecutivo del PMA, Gilbert F. Houngbo, presidente del FIDA, Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef, y Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
La salud nutricional de niños y niñas es más alarmante en países con conflictos prolongados e instituciones frágiles.
“Eso encendió alarmas que no podemos ignorar. No terminaremos con el hambre ni con todas las formas de malnutrición para 2030 a menos que atendamos todos los factores que socavan la seguridad alimentaria y la nutrición”, añadiron los directivos de las cinco agencias de la ONU.
También reafirmaron su determinación y su compromiso ahora más que nunca a realizar acciones concertadas para cumplir con la Agenda para 2030 y lograr un mundo sin hambre ni malnutrición ni pobreza.
Para revertir la tendencia negativa del número de personas subalimentadas, esas agencias trabajan “juntas, en especial en países con conflictos y afectados por el cambio climático, y seguimos concentrando el trabajo en situaciones humanitarias y de emergencia”, explicó Da Silva, al ser consultado por IPS este viernes 15 en la sede de la FAO.
Se perdieron vidas, pero se pudo sacar a Sudán del Sur de la hambruna en tres meses y a Somalia, en seis meses. Pero no tienen ilusiones de que todas las crisis prolongadas se puedan resolver de forma inmediata.
“No tenemos que esperar a que los conflictos se terminen”, señaló el presidente del FIDA, Houngbo. “La inversión a largo plazo es central para la solución, no solo visto desde la perspectiva de la agricultura, sino que hay cuestiones de gobernanza”, apuntó.
“La inversión en agricultura también debe combinarse con inversiones en tecnología y con la lucha contra la pérdida de alimentos y la creación de acceso a mercados”, observó.
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Traducido por Verónica Firme
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