A propósito del Día Internacional de las Mujeres Rurales (15 de octubre), recordemos que el acceso a una educación de calidad, recursos productivos, capacitación técnica y participación son aún desafíos comunes para las mujeres rurales latinoamericanas.
IPS, 16 de octubre, 2017.- En una remota localidad de los Andes peruanos, Bonificia Huamán logró vencer las inclemencias climáticas con un pequeño vivero, en el que cosecha hortalizas a 3.533 metros sobre el nivel del mar. Gracias a ello, mejoró la alimentación de su familia, algo de lo que se siente muy orgullosa.
La contrapartida es que Alina, su segunda hija, de 17 años, dejó la escuela antes de terminar la educación secundaria para apoyarla con la enorme carga de trabajo que como jefa de hogar asume cada día en su unidad agrícola y en el cuidado de su familia. Es el sustento de tres hijas y un hijo, además de un nieto de la hija mayor.
“Mucho dinero cuesta la escuela, el uniforme, los útiles, no me alcanza”, explicó con tristeza Huamán, de 47 años, a IPS, durante una jornada compartida con ella y otras productoras agrícolas en Llullucha, donde viven unas 80 familias quechuas, dentro del municipio rural de Ocongate , en el suroriental departamento de Cusco.
“Esta es una realidad de las mujeres rurales de América Latina frente a la que los gobiernos tendrían que actuar con mayor énfasis para avanzar hacia el desarrollo sostenible, que es un compromiso de los Estados de la región”, señaló a IPS la representante en Perú de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), María Elena Rojas.
En este 15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales, el acceso a educación de calidad, a los recursos productivos, a la capacitación técnica y a la participación, son parte de los desafíos comunes de las mujeres rurales latinoamericanas para cerrar las persistentes brechas de género y desarrollar todo su potencial en igualdad de condiciones.
“Mujeres rurales, mujeres con derechos”, es el lema de la campaña que impulsa la FAO en la región con ocasión de esta fecha instaurada en 2008 por Naciones Unidas, una jornada antes del Día Mundial de la Alimentación.
La iniciativa que se extenderá hasta el mes de noviembre, se enmarca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cuyo número cinco es el de la igualdad de género, y donde la paridad de oportunidades para hombres y mujeres atraviesa también los otros 16.
Se estima que en la región con algo más de 640 millones de personas, 48 por ciento de la población rural es femenina, lo que equivale a 60,5 millones de mujeres.
De ellas, 40 por ciento se encuentra en pobreza, la que se profundiza por los efectos del cambio climático en la agricultura, actividad de la que dependen, y que impactan en su salud, bienestar y seguridad, según estudios de la FAO.
Pese a su trabajo productivo y sus labores para sustentar la vida como la crianza, asegurar el alimento, y cuidar enfermos, no reciben remuneración y carecen de ingresos propios, se resalta.
Bolivia, donde según el Instituto Nacional de Estadística viven en zonas rurales 1,6 millones de mujeres, es uno de los países latinoamericanos donde se registra una feminización de la agricultura.
“Con su trabajo estas mujeres producen cerca de la mitad de los alimentos que consumimos en el país”, indicó Wilfredo Valle, responsable del área de planificación en el boliviano y no gubernamental Centro de Capacitación y Servicio para la Mujer (Cecasem).
En diálogo con IPS desde La Paz, agregó que pese a ser un pilar de la productividad en el campo, ellas no son remuneradas. Y que cuando generan algunos ingresos, no intervienen en la estructura del presupuesto familiar, que sigue siendo definida por los hombres. Esta situación es un obstáculo para salir del círculo de pobreza.
A este problema se suma el desigual acceso de las mujeres a la propiedad y uso de las tierras. Las estadísticas de la región dan cuenta que los campos a su cargo son de menor extensión, pobre nivel productivo y con inseguridad jurídica.
El III Censo Nacional Agropecuario de Ecuador registra que solo 45,4 por ciento de las unidades de producción agrícola son conducidas por mujeres, las que en 62,8 por ciento de los casos tienen una extensión menor a las dos hectáreas.
Esta tendencia inequitativa en el acceso y control de los recursos productivos se manifiesta también en Perú, donde según cifras oficiales las mujeres rurales están a cargo de predios de 1,8 hectáreas en promedio, mientras que los hombres manejan extensiones de tres hectáreas.
“Los Estados de la región deben asumir nuestra existencia como mujeres indígenas rurales y tomar las medidas para que se cumplan nuestros derechos en todos los espacios donde nos desenvolvemos. Y para eso hay que romper con las barreras del patriarcado”: Ketty Marcelo.
¿Cómo iniciar la ruta para enfrentar la complejidad de discriminaciones que enfrentan las mujeres rurales? Para Ketty Marcelo, del pueblo amazónico asháninka y presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú, es necesario partir por reconocerlas como sujetas de derechos.
“Los Estados de la región deben asumir nuestra existencia como mujeres indígenas rurales y tomar las medidas para que se cumplan nuestros derechos en todos los espacios donde nos desenvolvemos. Y para eso hay que romper con las barreras del patriarcado”, señaló a IPS esta lideresa originaria de la comunidad de Pucharini, en la selva central peruana.
A su juicio, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con sus ODS y las metas incluidas dentro de ellos para lograr la igualdad de género, es un mandato para los Estados, pero es también un doble reto para las mujeres rurales de la región.
“Nosotras somos invisibilizadas y será necesario mucha incidencia para que se evidencien nuestros problemas; los ODS son una oportunidad para colocar nuestras agendas en las políticas nacionales”, precisó.
En esa línea, el boliviano Valle dio prioridad a tres desafíos para el Estado en el marco del cumplimiento de los ODS.
Son ellos: “mejorar los índices de alfabetización de las mujeres rurales porque a mayor educación menor discriminación, garantizar su acceso y titulación de tierras, y asegurarles una vida libre de violencia”.
América Latina y el Caribe, considerada la región más desigual del mundo, cuenta con la Agenda Regional de Género para 2030, establecida en 2016 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Constituye una hoja de ruta, destaca la Cepal, para que los Estados cumplan con los derechos humanos de las mujeres “independientemente de su edad, sus ingresos, su orientación sexual, su identidad de género, los territorios en los que viven, su condición migratoria, étnica y racial, y su capacidad física y mental”.
Está además en concordancia con los ODS y a través del cumplimiento de sus 10 ejes debe situar a la igualdad de género en el centro del desarrollo sostenible.
Pese a que existe en la región un marco normativo internacional que ha aterrizado en planes y políticas nacionales orientadas a alcanzar justamente el ODS referido a la igualdad de género, urgen acciones para hacer una realidad este derecho humano de las mujeres rurales, coincidieron los especialistas.
“La Agenda 2030 le da a los países la oportunidad de empoderar a las niñas y mujeres, erradicar el analfabetismo, asegurarles títulos de propiedad y créditos, para que desarrollen su potencial, salgan de la pobreza y ejerzan plenamente cada uno de sus derechos”, analizó Rojas, de la FAO.
“Las brechas las conocemos pero falta que las políticas públicas las visibilicen”, remarcó. Para eso, detalló, “se necesita trabajar las estadísticas con enfoque de género para que las intervenciones estatales contribuyan realmente a mejorar la realidad de las mujeres rurales”.
Una mezcla de voluntad política y fortalecimiento de las capacidades institucionales que transformaría las vidas de las mujeres rurales de la región, como Bonifica Huamán y su hija Alina, en el sur andino peruano, para que el disfrute de sus derechos llegue a ser un ejercicio cotidiano.
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Editado por Estrella Gutiérrez
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