InSight Crime, 29 de julio, 2024.- Nicolás Maduro se adjudicó otros seis años en el poder tras unas disputadas elecciones, lo que provocará otra oleada migratoria y que Venezuela consolide su posición como centro del crimen organizado regional.
El presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, declaró que Maduro había ganado las elecciones del domingo con el 51,2% de los votos escrutados, en lo que era “una tendencia aplastante e irreversible”.
El anuncio fue inmediatamente refutado por María Corina Machado, líder de la oposición.
“Ganamos y la victoria ha sido tan abrumadora, tan enorme, que ganamos en todos los estados del país”, dijo en una conferencia de prensa.
El reconocimiento internacional de los resultados es poco probable. Por otro lado, las implicaciones criminales de una continuación del régimen de Maduro son mucho más seguras y predecibles.
Tras estas elecciones, suponiendo que el aparato de seguridad permanezca leal a Maduro y sea capaz de aplastar cualquier resistencia civil, el aislamiento internacional de Venezuela empeorará y vendrán más sanciones. Este aislamiento va a profundizar la crisis financiera de Venezuela y la dependencia de Maduro de las redes criminales y de las rentas ilegales para mantener a flote su régimen falto de liquidez.
Maduro ya preside un Estado híbrido criminal, en el que se apoya en actores criminales en una suerte de relación simbiótica. Permite que ciertos grupos criminales operen con libertad e incluso algunos son apoyados en territorio venezolano, siempre y cuando estos grupos compartan las ganancias criminales con actores políticos y militares leales, mientras aplastan a la oposición política en sus áreas de influencia. Este Estado híbrido criminal se consolidará aún más y con él, la importancia de Venezuela en el panorama criminal regional.
Creo que el control del crimen organizado sobre los recursos y la apropiación de rentas crecerá, y la gobernabilidad puede ser tan difícil que (el régimen de Maduro) tendrá que recurrir a grupos irregulares nacionales y extranjeros para ejercer el control político”, dijo Roberto Briceño-León, profesor universitario y director del Observatorio Venezolano de Violencia.
InSight Crime ofrece siete predicciones sobre las consecuencias de estas elecciones en el panorama criminal regional:
1. Una nueva oleada migratoria
Venezuela ya ha visto cómo aproximadamente ocho millones de sus ciudadanos huían del país en busca de oportunidades en el extranjero. Ante otros seis años de gobierno de Maduro, estancamiento económico y represión, más venezolanos optarán por buscar otros horizontes. Este éxodo sin precedentes del país ya ha provocado la evolución de sofisticadas redes de tráfico de migrantes y trata de personas que explotan y reclutan a refugiados vulnerables y se alimentan de las diásporas venezolanas en toda América Latina y el Caribe. Una de las estructuras criminales más notorias que ha crecido a expensas de la crisis migratoria, al tiempo que ha establecido su presencia en diferentes partes de Sudamérica, es el Tren de Aragua.
2. Más migración a Estados Unidos y, acompañado de nuevos destinos, una nueva evolución del crimen organizado transnacional venezolano
Sudamérica ya ha absorbido a millones de venezolanos y cada vez hay menos oportunidades para los migrantes ahí. Esto ha alimentado, especialmente en los dos últimos años, una oleada de personas que se dirigen hacia el norte, hacia Estados Unidos, una tendencia que seguramente continuará. Es poco probable que grupos venezolanos como el Tren de Aragua echen raíces fuertes en Centroamérica, como ha pasado en Sudamérica.
Esto se debe a que Centroamérica ya cuenta con un abarrotado panorama criminal, así como con rutas migratorias establecidas que operan desde el inicio de las guerras civiles que asolaron la región entre las décadas de 1970 y 1990. Sin embargo, hay indicios de que criminales venezolanos están estableciendo puntos de apoyo en Estados Unidos, incrustados en las diásporas venezolanas, especialmente entre los migrantes cuya situación legal es incierta, lo que los hace muy vulnerables a la explotación por parte del crimen organizado.
3. Mayor dependencia de los intermediarios internacionales ilegales del petróleo
Venezuela se asienta sobre algunas de las reservas de petróleo más extensas fuera de Oriente Próximo, y aunque la incompetencia y la falta de inversión han obstaculizado la producción, que llegó a superar los tres millones de barriles de petróleo al día, el país todavía produce algo más de 800.000 barriles diarios.
Hace tiempo que pesan sanciones sobre la industria petrolera venezolana, pero aún así el régimen ha sido capaz de mover cantidades significativas de crudo, primero recurriendo a aliados como Irán, Rusia y China, y después a diversas redes criminales internacionales capaces de eludir las sanciones.
4. Mayor dependencia de las redes de contrabando de oro
Al igual que el petróleo, Venezuela tiene importantes yacimientos de oro, y el régimen de Maduro ha dependido de actores criminales para extraer este mineral, y de redes internacionales de contrabando para venderlo en los mercados internacionales, disfrazando su origen y esquivando así las sanciones.
5. Creciente influencia en el comercio mundial de cocaína
Venezuela necesitará encontrar otras formas de obtener las divisas que necesita desesperadamente y el comercio de cocaína ofrece ingresos significativos. El tráfico de cocaína a través de Venezuela no es nada nuevo. Sin embargo, la evolución del país no solo como punto de tránsito, sino como productor, lo es. Las plantaciones de coca están surgiendo a lo largo de la frontera con Colombia, con cultivos registrados en al menos tres estados venezolanos, y los rebeldes colombianos han establecido una sofisticada infraestructura de narcotráfico en estas zonas, con la bendición del régimen de Maduro. Una mayor implicación en el creciente comercio mundial de cocaína podría ofrecer a Maduro un salvavidas económico, además de inundar de drogas a unos Estados Unidos hostiles.
6. El fatal debilitamiento de la estrategia de paz en Colombia
El presidente de Colombia y aliado de Maduro, Gustavo Petro, ha elaborado un ambicioso plan para poner fin al conflicto civil que dura ya seis décadas, convirtiéndolo en una de sus iniciativas estrella. Bautizada como “Paz Total”, Petro está negociando con dos grupos que tienen profundas raíces en Venezuela, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la Segunda Marquetalia, un grupo disidente nacido de las ya desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Ambos grupos cuentan con una parte significativa de su membresía en Venezuela, junto con una infraestructura logística y de obtención de ingresos crucial. Con la perspectiva de otros seis años de protección por parte del régimen de Maduro, es poco probable que estos dos grupos firmen algún acuerdo de paz con el gobierno colombiano a menos que se acuerden unos términos muy generosos (y, por tanto, políticamente inaceptables). Así pues, es probable que veamos no solo una presencia continuada de estos grupos en el panorama criminal colombiano, sino su fortalecimiento.
7. Una mayor regulación gubernamental de las economías criminales y de los actores que las gestionan
El resultado de lo anterior será no sólo la consolidación del Estado híbrido criminal venezolano, sino una mayor regulación de los grupos criminales en lo que el destacado periodista y analista de seguridad Javier Mayorca describió como una forma de “Pax criminal”.
“Entonces, esto implica que Maduro en un eventual nuevo periodo, él tendría que continuar con esa línea (de Pax criminal) un poco rechazando aquellos grupos que ejercen abiertamente la violencia…. y buscando cierta normalización”, dijo.
Esta “normalización” podría implicar un crimen organizado cada vez más incrustado en el Estado, regulando y dirigiendo las economías criminales desde dentro del régimen de Maduro, buscando maximizar las ganancias criminales para sostener una administración hambrienta por la falta de opciones legales.
Conecta al X de InSight Crime el 30 de julio para una conversación en vivo sobre los resultados.
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* Jeremy McDermott es codirector y cofundador de InSight Crime. McDermott tiene más de dos décadas de experiencia reportando desde diferentes lugares de Latinoamérica. Es un exoficial del ejército británico e hizo parte del servicio activo en Bosnia e Irlanda del Norte. Luego de retirarse del ejército se hizo corresponsal de guerra, cubriendo los Balcanes desde Bosnia y luego el Medio Oriente desde Beirut, antes de instalarse en Colombia, desde donde viaja a diferentes lugares de Latinoamérica. Anteriormente trabajó como corresponsal de la BBC de Londres en Colombia, así como corresponsal de Latinoamérica para el Daily Telegraph y Jane’s Intelligence Review, especializándose en narcotráfico, crimen organizado y el conflicto armado interno de Colombia. Tiene una maestría de la Universidad de Edimburgo.
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