La expropiación de los territorios ancestrales en manos de colonos pone en riesgo la vida, el sustento y la cultura del pueblo Mayangna. Ya no viven tranquilos: los varones van en grupos a trabajar por miedo a ser emboscados y las mujeres dejan sus casas al atardecer para esconderse en la montaña por el temor a ser violadas. Aunque el Gobierno llama a una convivencia pacífica entre los indígenas y los colonos, sus formas de vida son incompatibles.
La colonización de los territorios mayangna en Nicaragua
Por Mayangna Wahaini Ramhni Tani (MAWARAT)*
Debates Indígenas, 3 de junio, 2023.- El pueblo indígena Mayangna habita en la costa Caribe de la Muskitia hondureña y nicaragüense. Son reconocidos como los primeros pobladores de la región y se subdividen lingüísticamente en cuatro lenguas nativas: Panamahka, Yusku, Tuahka y Ulwah en Nicaragua y los Tawahka en Honduras. Entre los episodios de exterminio y despojo territorial, nuestra historia relata la extinción de las variantes lingüísticas Bawihka y Prinzu.
Las prácticas de reduccionismo poblacional y cultural, empleadas con el apoyo logístico de los ingleses y españoles (de manera directa e indirecta), nos obligaron a asentarnos en el interior del Caribe nicaragüense (las altas montañas), donde existe una rica biodiversidad y, abundan los recursos naturales del subsuelo, madereros e hídricos. Esto no significa que nuestros antiguos asentamientos no eran lugares ricos de recursos naturales. Sin embargo, se han visto afectados por la sobreexplotación de las grandes compañías bananeras, madereras y mineras, principalmente durante la época de la economía de enclave (1880-1940), la cual fue impulsada por el entonces Gobierno de Nicaragua a través de concesiones otorgadas a las transnacionales.
La presencia de colonos provocó la ruptura de la tranquilidad mayangna. Campamento de colonos. Foto: MAWARAT
La lucha colectiva por los territorios
El proyecto de exterminio del pueblo Mayangna no se pudo concretar. Durante el resurgimiento de los movimientos indígenas de la Muskitia nicaragüense en los ‘60, nuestro pueblo participó activamente en la lucha por el reconocimiento territorial y la autonomía, lo cual se plasmó en la constitución de las organizaciones LIMON (Levantan Indígenas de la Montaña del Norte) en 1974 y la SUKAWALA - Organización Nacional Mayagna en 1985.
A través de un acuerdo de paz, los mayangnas también se involucraron en la lucha de resistencia y retornaron a sus territorios desde Honduras, donde se encontraban refugiados a raíz de la guerra civil de los ‘80. En la Constitución Política de Nicaragua de 1987, lograron que el Estado reconociera explícitamente la existencia de los pueblos indígenas a través de la autonomía para el ejercicio del autogobierno y, el otorgamiento de derechos territoriales, lingüísticos y culturales. Asimismo, se dio cumplimiento a la Ley N° 28 Estatuto de Autonomía de las Regiones de la Costa Caribe de Nicaragua, que permitió la elección de los primeros gobiernos autónomos.
En la segunda mitad del siglo XX, las reformas agrarias llevadas adelante por el Gobierno de Nicaragua impulsaron las primeras ocupaciones de terceros en los territorios indígenas sin el consentimiento de los legítimos ocupantes ancestrales.
Luego de más de 15 años de luchas legales por la reivindicación territorial (1990-2005), el gobierno dio inicio a la titulación de tierras. El proceso también fue consecuencia de la demanda internacional de la Comunidad Indígena Mayangna de Awastingni y la consecuente sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Awastingni versus Nicaragua. El territorio Mayangna Sauni As fue el primer territorio en recibir su título de propiedad. A la fecha, el pueblo Mayangna tiene reconocido más 8.300 kilómetros cuadrados, administrativamente conglomerados en nueve unidades territoriales ubicadas en tres regiones del país: Costa Caribe Norte, Costa Caribe Sur y Zona Régimen Especial. La población supera los 4.000 habitantes.
La codicia de terceros por los recursos naturales ubicados en los territorios indígenas data desde el primer contacto con las potencias coloniales. La codicia es una pandemia que azota permanentemente a todos los pueblos indígenas de forma generalizada. En la segunda mitad del siglo XX, las reformas agrarias llevadas adelante por el Gobierno de Nicaragua impulsaron las primeras ocupaciones en los territorios indígenas sin el consentimiento de sus legítimos ocupantes. Así se abrió el camino hacia el proceso de colonización en la era reciente.
El pueblo Mayangna participa activamente en la lucha por el reconocimiento territorial y la autonomía. Foto: MAWARAT
La vida mayangna a partir de la llegada de terceros
La paz y la armonía con la naturaleza reinaba en nuestros territorios. La libertad de goce, uso y disfrute de las tierras y recursos naturales era una realidad. No tomábamos precauciones para ir a trabajar a las parcelas, no había miedo de ir de pesca y cuando íbamos de caza y pasábamos días, semanas y hasta más de un mes en la montaña, las familias no se alarmaban. La biodiversidad era nuestra fuente de proteínas y calorías y la práctica de la agricultura sostenible aseguraba nuestro bienestar y sustento familiar.
Todo cambió a partir de la presencia de terceros no indígenas, lo cual ha provocado la ruptura de la vivencia comunitaria y la tranquilidad mayangna. Aunque el gobierno de Nicaragua llama a la convivencia pacífica entre indígenas y colonos mestizos, ese proyecto no es factible dado que hay dos frentes antagónicos e incompatibles. Mientras los pueblos indígenas luchan por la recuperación territorial, los terceros se apropian de las tierras indígenas convirtiéndolas en extensos pastos para la ganadería, la expansión minera o el establecimiento del monocultivo de palma, frijoles y maíz. Aunque los colonos permanezcan asentados bajo ciertas condiciones regulatorias, su modo de vincularse con la tierra difiere abismalmente de las prácticas de los indígenas, la cual implica una forma de gobierno, cultura, lengua e identidad propias.
Las mujeres mayangna siempre han tenido acceso irrestricto a sus propias parcelas, sin embargo, desde la llegada de terceros no indígenas ya no pueden trabajar libremente y se quedan en sus casas ante el temor de ser violadas y ultrajadas.
La convivencia y la interculturalidad se aplica dentro del espacio propio de cada quien: cada pueblo indígena, afrodescendiente y mestizo costeño tiene delimitados sus propios espacios bioterritoriales. El hecho de convivir en un mismo entorno étnico, regional y político, desde hace cientos de años, nos permite promover y practicar la interculturalidad. De forma contraria, los colonos mestizos son recién llegados que alegan derechos dentro de los espacios territoriales ya delimitados, demarcados y titulados. Por ello, rompen la convivencia pacífica.
Si bien las mujeres mayangna siempre han trabajado sus propias parcelas, desde la llegada de terceros no indígenas ya no pueden hacerlo libremente y se quedan en sus casas ante el temor de ser violadas. En algunos territorios, como Sauni As y Sauni Arunka, los hombres van a sus campos en grupos por el miedo a ser atacados por los colonos armados. Ahora no hay seguridad comunitaria, vivimos alarmados. Incluso en algunas comunidades, las mujeres se alistan en los atardeceres para ir a la montaña para pasar la noche fuera de sus casas ya que no se sienten seguras. En ocasiones, las comunidades también son atacadas o quemadas en su totalidad.
La convivencia en paz entre los colonos y los mayangna es imposible. Foto: MAWARAT
Desalojados por la fuerza
Algunos estudios sobre los territorios indígenas mayangna arrojan que los colonos habrían destruido casi 500.000 hectáreas de bosques latifoliados (conformados por árboles de hojas anchas) para convertirlos en pastos para la ganadería y la agricultura extensiva. Así, dejaron de ser medios de vida para los indígenas. En los registros históricos de las autoridades mayangna se detallan 56 asesinatos perpetrados por terceros indígenas fuertemente armados. El primer asesinato relacionado con el conflicto de tierras se remonta al 16 de junio de 1979, en la comunidad de Sauni Bas (Sikilta).
A su vez, se han registrado quemas de comunidades enteras, como el caso de Alal (29 de enero de 2020), la masacre de Kiwakaumbaih (23 de agosto de 2021) y la quema de Wilu (11 de marzo de 2023). Las autoridades comunitarias responsabilizan a los colonos que circulan armados en los territorios indígenas. Además, los terceros no indígenas compran las tierras a precios irrisorios utilizando la coacción, intimidación y manipulación o, directamente, la toman a la fuerza para venderlas a mejor precio a otros foráneos. Simulan la legalidad a través de escrituras públicas de compraventa u otros contratos en total contravención con el carácter inalienable, inembargable e imprescriptible de la propiedad comunal establecida en la Ley de Régimen de Propiedad Comunal 445.
La cultura mayangna está en peligro, muchas personas están siendo desplazadas desde sus comunidades hacia cascos urbanos. Hay diferentes formas de desplazamiento en los territorios mayangna y suelen tener el mismo patrón que en otros pueblos de la región Miskitu y Rama: los colonos se ubican a la fuerza en las parcelas comunitarias y bajo amenazas obligan a los indígenas a abandonar la propiedad. Incluso les ofrecen dinero diciendo que si no aceptan por las buenas, serán desalojados por las malas. Las comunidades recurren a las autoridades estatales en busca de justicia, pero, desafortunadamente, las respuestas no son pertinentes en la mayoría de los casos.
Los colonos habrían destruido casi 500.000 hectáreas de bosques latifoliados en los territorios indígenas mayangna. Foto: Denis Benitez Patron
Propuestas para detener la expropiación de tierras
La situación ha escalado a tal punto que, en algunas comunidades, los jóvenes indígenas trabajan para los colonos. Ante la falta de medios económicos, han pasado de ser dueños de sus propias tierras a ser obreros o mozos de los colonos, quienes operan con grandes capitales económicos.
En este marco, resulta más que urgente tomar medidas que detengan la continua llegada de terceros a los territorios mayangna y a todos los territorios indígenas. El concepto de la territorialidad indígena se está transformando de manera muy acelerada: la desconfiguración de la tenencia de las tierras comunales y comunitarias es evidentemente desastrosa y conlleva a la privatización y expropiación de los territorios que hemos gobernado y administrado por siglos.
Desde MAWARAT sugerimos cuatro medidas concretas. Para empezar, la aplicación inmediata de la quinta etapa del proceso de demarcación relacionado con el saneamiento de los territorios. Por otro lado, la consolidación de las policías comunitarias mediante una mejora de la logística, la financiación de la vigilancia y la seguridad territorial y, los patrullajes y monitoreos constantes en el territorio mayangna.
Finalmente, consideramos que es de suma importancia impulsar el pluralismo jurídico para poder ejercer la justicia indígena y sancionar a los indígenas que, en asociación con los colonos, delinquen contra el patrimonio comunal. Es de carácter apremiante trabajar en el sistema de justicia indígena, dado que también hay participación de los propios hijos de las comunidades en actos ilícitos que transgreden la integridad de la propiedad comunal.
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* Mayangna Wahaini Ramhni Tani (MAWARAT) es una organización indígena que significa “Hermandad Mayangna por nuestros Derechos”.
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