Por Jaime Antezana Rivera
17 de enero, 2019.- La realidad social no se puede ocultar ni desaparecer en el papel o el discurso. Esta allí. Es. Sin embargo, en las últimas protestas ciudadanas pareciera que solo existe la corrupción más no el narcotráfico.
Eso no es cierto. La corrupción es una realidad histórica, estructural y generalizada en todo el organismo del Estado y la sociedad. Es lo más evidente y cotidiano. Es lo predominante Es el principal problema.
En ese sentido, la corrupción es una de las matrices de la criminalidad organizada en el país. Es una matriz que tiene muchos tipos de corrupción (cohecho, tráfico de influencias, abuso de funciones, etc.).
El cohecho es el tipo de corrupción más generalizada en el Estado. Este delito consiste en sobornar a una autoridad o funcionario con una dádiva o coima para que realice u omita un acto inherente a su función. Odebrecht es eso.
El narcotráfico es otra realidad histórica –nació a fines del siglo XIX con el opio– y estructural del país. Es un fenómeno posterior a la corrupción. Surge poco después del inicio de la República. Es un fenómeno republicano.
Si el narcotráfico es posterior a la corrupción no son lo mismo. Son realidades diferentes. Así, luchar contra la corrupción no es luchar contra el narcotráfico. Pero no se puede luchar contra la corrupción sin luchar contra el narcotráfico.
Así, luchar contra la corrupción no es luchar contra el narcotráfico. Pero no se puede luchar contra la corrupción sin luchar contra el narcotráfico.
¿Por qué? El narcotráfico es una industria subterránea, criminal y desde su origen, transnacional que utiliza la corrupción para facilitar la producción, tráfico y comercialización de las drogas (cocaína, heroína, sintéticos, etc).
Por esa razón, el narcotráfico es otra de las matrices de la criminalidad organizada del país. El narcotráfico es, en si misma, una organización criminal que genera y favorece otros delitos (corrupción, tráfico de armas, etc.).
En suma, la corrupción y el narcotráfico son las dos grandes matrices de la criminalidad organizada en el Perú que, a diferencia de las otras formas de criminalidad, apuntan al copamiento y control del Estado.
Las otras formas delictivas y sus organizaciones criminales –tráfico de madera, minería ilegal, tráfico de armas, trata de personas, extorsión, etc.– corrompen, principalmente, desde fuera al Estado en pos de protección política, legal y policial.
Eso sí, la corrupción y el narcotráfico no funcionan en forma pura. Nunca. Siempre van de la mano con otras actividades delictivas o criminales –lavado de activos, enriquecimiento ilícito, sicariato, etc–.
La predominancia del narcotráfico respecto a otras actividades criminales ha dado origen a Narcoestados y de la corrupción en combinación con otras actividades delictivas ha dado origen a los Estados Mafiosos. Ambos pueden conducir a Estados Fallidos.
Entonces, la corrupción y el narcotráfico destruyen desde dentro y fuera al Estado. No solo destruyen al Estado sino la posibilidad misma del desarrollo, el medio ambiente y la salud pública. O sea, la posibilidad del Perú como una República real y moderna.
En consecuencia, la corrupción y narcotráfico son los dos grandes problemas que hay que enfrentar y acabar si queremos que el Perú sea un país viable ad portas del Bicentenario. No hay que separarlos ni mimetizarlos.
En nuestro país, la corrupción y narcotráfico no solo actúan en alianza sino que han construido narcopartidos u organizaciones criminales con poderosas redes de protección legal –Poder Judicial, Ministerio Público– y política (Congreso).
...la corrupción y narcotráfico no solo actúan en alianza sino que han construido narcopartidos u organizaciones criminales con poderosas redes de protección legal
Fuerza Popular y el alanismo son narcopartidos u organizaciones criminales, ambos en decadencia social, que entre julio del 2016 hasta julio del 2018 apuntaron a convertir al Perú en un narcoestado o un narcoEstado mafioso.
El narcoestado que intentaron construir desde el congreso, sin embargo, ha sido derrotado parcial y temporalmente. Sin embargo, conservan mucho poder en el congreso y –con honrosas excepciones– el Poder Judicial.
Desde esos espacios, el narcofujialanismo o la narcomafia ha lanzado una contraofensiva. Los hechos lo esta mostrando. El apartamiento del juez Richard Concepción Carhuancho del caso Keiko Fujimori es una muestra de ello.
Como ya no controlan del Ministerio Público, lo hacen del Poder Judicial. La libertad de los narcotraficantes que cayeron con 6,9 TM de cocaína en Huanchaco, Trujillo/La Libertad; la libertad de Félix Moreno, ex gobernador regional del Callao; son dos casos ilustrativos.
Otros casos ilustrativos que mostraría una intención subyacente son: la revocación del impedimento de la salida del país de Jaime Yoshiyama, hoy en EEUU; la libertad de la prisión preliminar de Keiko Fujimori.
El objetivo: la libertad de Keiko Fujimori. Y, por extensión, sacar a Concepción Carhuancho para que no sea el juez de las investigaciones fiscales que se le sigue a AG. Es la narcomafia, la corrupción y el narcotráfico, en acción.
La contraofensiva de la narcomafia es articulada y sincronizada. El plan apuntaría a sacar o mediatizar al presidente Martín Vizcarra aprovechando elementos reales pero sobredimensionados.
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