"Contra vientos y mareas. Algunas respuestas a la crisis humanitaria de los refugiados en Europa”
Por Gisella Evangelisti*
12 de abril, 2016.- El controvertido tratado entre Europa y Turquía, a través del cual Turquía es encargada de gestionar los refugiados que Europa no quiere, no sabe o no puede integrar, ha comenzado a funcionar. Han sido reconducidos a Turquía los primeros 300 refugiados considerados emigrantes económicos sin derecho al asilo, mientras vienen admitidos a Alemania 40 refugiados sirios.... como se verá, muchos, demasiados huéspedes se quedan fuera de la mesa. Sigue incierto el destino de los 51.000 prófugos atrapados en Grecia después del cierre de la frontera con Macedonia. Se trata en general de familias de clase media, que han podido costear los peligrosos viajes de miles de km., entre desiertos y mares, guiados por unos traficantes.
Entre ellos, en un campamento cerca del puerto del Pireo en Atenas, hay el afgano Haider, que tenía un supermercado en Kunduz, y lo perdió todo en un bombardeo de talibanes (en la misma ciudad, Estados Unidos bombardearon el hospital de Médicos sin Fronteras, provocando 42 víctimas, con muchas disculpas de Obama). Vendió la casa y se fue con su familia cruzando las montañas de Pakistán e Irán. Su mujer Showaillah dio a luz la tercera hija, Sana, en medio de las montañas iraníes. Para ir a Turquía, caminaron quince horas en la nieve alta un metro, mientras unas criaturas morían congeladas. Pagaron 6000 dólares para ir de Irán a Grecia, con el objetivo de llegar a Alemania, donde tienen conocidos. Pero están bloqueados en Grecia. La policía quiere trasladarlos en otros campos lejanos de Atenas, ellos no quieren moverse por temor a terminar como prisioneros. Todavía no es tiempo que Grecia les desee “kaló taxidi”, “buen viaje”: sus esperanzas se quedan atrapadas en esos muelles del Pireo. (foto Haider y Sana en el periodico Ara.cat del 10 de abril, “la filla del exode”).
Lo que sí el tratado Europa-Turquía, decíamos, está logrando, es la ralentización del flujo de inmigrantes que llegan a las costas griegas, aplacando en algo la ansiedad de aquellos europeos que se sienten “invadidos”: un miedo alimentado artificiosamente por los partidos de derecha. Y ahora es muy preocupante, en todos los países del continente, la avanzada de estas fuerzas xenófobas y populistas, que amenazan desintegrar la Unión Europea, que tanto esfuerzo ha costado construir. Esto se está dando mientras los terroristas del ISIS amenazan con multiplicar atentados, se mantiene la tensión con Rusia por la cuestión Ucrania, y se discute la posibilidad de una intervención militar en Libia para frenar el avance de ISIS, a unos cientos km de Italia.
Imagen: Comunicard.com
¿Cómo se ha llegado a esta encrucijada?
Cuando la cancillera Merkel en septiembre del 2015 declaró Alemania “territorio abierto a la inmigración”, con su economía fuerte, su posición fue muy criticada, dentro y fuera de su propio partido, el cristiano-demócrata. Abrió las hostilidades Hungría, rechazando recibir su cuota de pocos millares de prófugos y cerrando sus fronteras, imitada después por Polonia, la República Checa y Eslovaquia. Se trata de un cuarteto de países que, en pasado, cuando estaban bajo la influencia de la Unión Soviética, se encontraban relativamente aislados (muchos de sus habitantes no habían conocido nunca un africano). Entrados recientemente en la Unión Europea, están recibiendo cuantiosas inversiones comunitarias para modernizar sus infraestructuras, y tienen miedo a ver disminuidas estas ayudas en favor de los prófugos. No han asimilado todavía la idea de una Europa solidaria, que aspira a matizar las excesivas desigualdades entre países, y poco a poco construye una política común (un proceso que se prefigura muy largo), sino una Europa de “patrias”, independientes sea del punto de vista político que cultural, y hostiles hacia los extranjeros, sobre todo si musulmanes, para “no debilitar sus propias raíces cristianas”. Se trata a todas luces, de un regreso atrás en la historia, afirma una reconocida filósofa húngara de 86 años, Agnes Heller. Pues las “patrias”, “razas” y “naciones” europeas han hecho desastres en el siglo pasado, desencadenando guerras mundiales o regionales, como el conflicto balcánico de los Noventa. (Los estados que adhieren a la UE son 28 y hablan 23 idiomas, a diferencia por ejemplo de los Estados Unidos, que tienen un solo idioma). Justamente para rechazar los fantasmas del pasado unos políticos visionarios dieron vida hace cincuenta años al proyecto de la Unión Europea, que ahora frente a la crisis humanitaria de los refugiados, y al desafío del terrorismo demuestra ser todavía muy frágil.
Justamente para rechazar los fantasmas del pasado unos políticos visionarios dieron vida hace cincuenta años al proyecto de la Unión Europea, que ahora frente a la crisis humanitaria de los refugiados, y al desafío del terrorismo demuestra ser todavía muy frágil.
En este momento nos encontramos en una Europa debilitada por una década de políticas de austeridad practicadas para enfrentar la crisis financiera del 2008, que han empeorado los niveles de vida de la ciudadanía y aumentado las desigualdades sociales dentro de un mismo país. En la ciudadanía hay más desconfianza hacia los políticos, más inseguridad hacia el futuro, más desempleo (el juvenil es muy alto en los países del sur Europa, llegando al 40, 50%), trabajos más precarios y menos prestaciones sociales. Es fácil en este contexto, convencer a los trabajadores frustrados o pobres, (como los polacos que ganan solo 600 euro al mes como salario medio, o 460 en una multinacional), que los inmigrantes les robarán el trabajo, dificultándoles la vida. En muchos lados se siente repetir: “Primero hay que proteger los nuestros, dar trabajo a nuestros jóvenes, en vez que hospedar tantos inmigrantes”. Pero los mismos políticos de derecha, como Marine Le Pen, leader del Front Nationale en Francia o David Cameron, premier de Gran Bretaña, (juntos con una mirada de personajes públicos de todo el mundo), parecen más interesados en poner al seguro su dinero (ganado por las buenas y por las malas) en los paraísos fiscales de Panamá, para no pagar impuestos en la “patria” que dicen defender, que enfrentar problemas complejos como el desempleo. Es más fácil tomar unos chivos expiatorios, en los extranjeros “musulmanes”, acusándoles de todos los males posibles, hasta de traer “enfermedades o parásitos”, que hacer propuestas eficaces para enfrentar el malestar social.
Imagen: Refugiados en Turquía. Fuente: Entorno inteligente
¡Cómo se repite la historia! Basta leer, por ejemplo, ciertos reportes institucionales escritos por inspectores estadounidenses sobre los inmigrantes italianos de final del Ochocientos en New York, para ver cómo se utilizan los prejuicios: “(Los italianos) Huelen a ajo, son sucios, mal hablados, y constituyen un peligro para nuestras mujeres”, decían. Por eso había que limitar su presencia y cuidar “nuestra seguridad”, aconsejaban. Cien años después, los centros de investigación estadounidenses prosperan gracias a investigadores europeos, (muchos entre ellos los italianos), asiáticos, o latinos; el polo de tecnología de punta informática de Silicon Valley cuenta con el aporte del miles de ingenieros indios, mientras millones de trabajadores mexicanos o filipinos, (en gran parte ilegales, o sea en eterna improbable espera de regularización) mueven la inmensa maquinaria de lo cotidiano: producción agrícola, limpieza, cocina. La inmigración es un desafío y una oportunidad, enseña la historia, pero los políticos de poca monta prefieren jugar sobre el miedo momentáneo de la población autóctona por fines electorales, haciéndose garantes de la “seguridad”.
La inmigración es un desafío y una oportunidad, enseña la historia, pero los políticos de poca monta prefieren jugar sobre el miedo momentáneo de la población autóctona por fines electorales, haciéndose garantes de la “seguridad”.
El caso Dinamarca
¿Qué pasó recientemente que hizo cambiar drásticamente de actitud también en algunos países escandinavos, considerados como modelo de convivencia y de acogida, como Dinamarca, Suecia, Noruega? Al parecer Suecia, el país que con Alemania ha acogido más prófugos, se sintió desbordada al tener un promedio de 10.000 llegadas por semana, y decidió asomarse a los otros estados que cerraban fronteras, y devolver a sus países, con incentivos, unos 80.000 inmigrantes económicos, para dar prioridad a los prófugos de guerra: una ministra lo comunicó sollozando. En cambio, Dinamarca, el pequeño país del norte Europa famoso por sus universidades gratuitas y sus ciudades sostenibles, que han renunciado al uso del petróleo prefiriendo energías limpias, ha tenido más bien un desencuentro cultural con la comunidad islámica que vive en el país, conformada por 260.000 personas, entre sus 5,6 millones de habitantes.
Diario danes "Jyllands-Posten” atizó un conflicto con refugiados musulmanes
Todo comenzó cuando en 2005 el cotidiano local “Jyllands-Posten” publicó unas viñetas que satirizaban el profeta Mahoma: los imams se indignaron y muchos fieles musulmanes se radicalizaron. Más de 300 jóvenes partieron recientemente hacia Siria para integrarse al Califato y a la “guerra santa” contra Occidente. Los servicios de inteligencia daneses lograron parar al último momento un atentado que hubiera matado los periodistas del “Jylland Posten”, como pasó a los del “Charlie Hebdo” en París. Nadie se esperaba, sin embargo, los eventos que se desencadenaron.
En los últimos diez años, los islamistas radicales de diferentes países que se sintieron ofendidos por las viñetas quemaron varias embajadas occidentales; unos medios europeos, para solidarizarse con los periodistas daneses, publicaron de nuevo las viñetas, consiguiendo que se multiplicaran los atentados. El edificio del “Jylland Posten” ahora está blindado y el director se mueve con un guachimán. Al final, un pequeño partido de extrema derecha ha conseguido el 21% en las últimas votaciones en Dinamarca, ahora gobernada por partidos de centro derecha, y el desencuentro cultural se ha profundizado. Poco a poco los subsidios para los refugiados han sido recortados y se ha llegado al extremo que el estado puede confiscar los bienes de los prófugos que superen los 1340 euro (dejándoles, esto sí, las alianzas matrimoniales) para contribuir a los costes de la acogida. Normal, ¿no? Se justifica el gobierno. “También nuestros ciudadanos que reciben subsidios deben contribuir a su mantenimiento. Nosotros tratamos a todos por igual”. Pero no son iguales. “No todos los daneses han visto sus familiares despedazados, sus casas en ruinas por la guerra”, comenta el escritor Carsten Jensen. “Tampoco podemos decir que todos mis compatriotas sean deshumanos”, afirma el escritor, “al contrario. Pero los extremistas gritan más fuerte, y están ganando la batalla del miedo en Europa: el miedo a que entre los prófugos se escondan terroristas, (cuando, por el contrario, huyen de ellos), el miedo a perder nuestro estilo de vida. En los años noventa, hemos gestionado crisis humanitarias gravísimas, acogiendo un número de prófugos balcanos superior al actual. Pero antes del 11 de septiembre Europa era más optimista, no tocada todavía por la crisis económica. Nuestra crisis ahora es política. Falta la voluntad, no la capacidad de resolver problemas. Si selláramos un pacto humanitario, en pocos años podríamos acoger hasta dos millones al año de refugiados, y la población actual de 508 millones de habitantes, crecería solo del 1 o 2 por ciento”.
Cuando se moviliza la ciudadanía
Por supuesto, todo sería diferente, si quisiéramos. ¿Qué hacer entonces, cuando los gobiernos de la Unión Europea se limitan a externalizar el problema y encargar a Turquía de su gestión, contradiciendo valores básicos sobre los que se fundó la UE, como el derecho al asilo para los prófugos de guerra? He aquí algunas iniciativas nacidas desde la sociedad civil, que, a pesar de no poder ser resolutivas en términos globales, demuestran que algo más y mejor, se podría y se debería hacer. Van desde el socorro en mar, al hospedaje de inmigrantes en casas particulares, a la búsqueda de nuevos modelos de convivencia en pueblos grandes y pequeños. En el primer aspecto, que sigue muy doloroso pues desde el comienzo del año se han ahogado en el tramo de mar entre Turquía y Grecia más de 400 personas, destacamos la iniciativa del catalán Oscar Camps que reunió 14 profesionales del socorro, y contando al comienzo con sólo 15.000 euros salidos de sus bolsillos, se trasladaron a Lesbos en el septiembre del 2015, cuando llegaban a la isla griega unas 1000 personas al día. Simple y llanamente, querían salvar vidas humanas. Lo hicieron y siguen haciéndolo, mientras la solidaridad de sus conciudadanos llegaba a recolectar 419.000 euros en 6 meses, de los cuales rinden cuenta escrupulosa. (ver en Faceboook “Stop Mare Mortum” y “Proactiva Open Arms”).
Movilización de solidaridad con los refugiados. Imagen: "Stop Mare Mortum”
En Lampedusa, el islote entre África y Sicilia, donde han desembarcado en 2013 los supérstites de una de las peores tragedias marinas que se refieren a inmigrantes, el médico que ha atendido en estos años decenas de millares de inmigrantes en tránsito, Pietro Bartolo, sigue con su trabajo. Controla pulmones o corazones cansados, hace ecografías a mujeres embarazadas, a veces aun cuando no sean necesarias. “Quiero regalarles estos diez minutos solo para ellas, en que les veo brillar los ojos de felicidad al sentir palpitar el corazoncito de su bebé”, explica en un documental que ha ganado el premio del “Oso de oro” en Berlin, “Fuocoammare” (“Fuego en el mar”). Dicho sea de paso, los 7000 habitantes de Lampedusa, que siempre han sido generosos con los inmigrantes, no pueden verlo, pues ha sido cerrado el único cine de la isla.
Inmigrantes indocumentados procedentes del norte de África que se encuentran en Lampedusa, sur de Italia. Imagen del documental Fuocoammare” (“Fuego en el mar”) ganadora del Oso de Berlín
Quien trabaja en el tema de la inmigración, ha aprendido desde la experiencia que las grandes estructuras en que se concentran los prófugos e inmigrantes en espera de registración, no son las más adecuadas, por el hacinamiento y la forzada inactividad de los huéspedes, y por el peligro de violación que sufren las mujeres cuando no hay privacidad. Pero cuando se practica una “acogida difundida” en casas particulares o en pequeñas estructuras público-privadas, donde los inmigrantes no son más seres anónimos, sino personas con historia, cultura, habilidades y sueños por compartir con los habitantes del lugar, las cosas cambian radicalmente, como demuestran miles de experiencias a lo largo del continente.
El caso de Riace
Domenico Lucano. Foto: City News
Un caso entre los más clamorosos, que ha llevado un alcalde a la fama, hasta ser nombrado (con bastante exageración) por la revista “Fortune” como uno de las personas más poderosas del planeta, se ha dado en un pueblo del sur de Italia, Riace, de 2000 almas, en la costa de la región Calabria. Se trata de un pueblito donde la mayoría de habitantes habían emigrado a Australia, y donde hasta la escuelita primaria estaba por cerrar por falta de niños. Pero un día del 1998, en el mar apareció un navío cargado de prófugos kurdos, (la minoría étnica que lleva décadas luchando por su independencia en Turquía), y los habitantes de Riace que lo vieron no imaginaron cuantos cambios hubieran desencadenado. Por ejemplo cambió la vida del técnico de laboratorio Domenico Lucano, que se involucró en el tema de la acogida, hasta ser elegido tres veces alcalde, mientras el obispo de Locri abría los conventos para recibirlos. Lucano no se contentó con pedir y recibir ayuda de parte del estado y de la Unión Europea para dar techo y comida a los inmigrantes, sino exploró con ellos las formas para que desarrollaran actividades socialmente útiles, que les hicieran sentir ciudadanos y ciudadanas integrados.
La gente del lugar, en gran parte ancianos, está contenta. Por fin hay vida, hay niños, dicen. Y vienen periodistas de toda Europa para conocer la experiencia. Pues muchos piensan que podría ser replicada en otras partes. ¿Por qué no recuperar espacios y pueblos abandonados favoreciendo la inserción de jóvenes trabajadores inmigrantes?
Así se han realizado talleres de cerámica, reciclaje de basura, producción de pan, agricultura biológica etc., se intercambian bienes y servicios a veces utilizando vales en vez de dinero, se hace red con otras localidades para ampliar y reforzar actividades, se apuesta a incrementar el turismo. Fátima, una mujer afgana que huyó de los talibanes que lanzaban ácido contra las niñas para que no se fueran a estudiar, ahora envía sus hijas a la escuela, y se siente feliz. La gente del lugar, en gran parte ancianos, está contenta. Por fin hay vida, hay niños, dicen. Y vienen periodistas de toda Europa para conocer la experiencia. Pues muchos piensan que podría ser replicada en otras partes. ¿Por qué no recuperar espacios y pueblos abandonados favoreciendo la inserción de jóvenes trabajadores inmigrantes? (Rusia lo está haciendo con los prófugos rusos-ucrainos en los inmensos territorios de Siberia). “Obvio, hay muchas cuestiones por resolver, estamos experimentándolo”, afirma Domenico Lucano. “Pero, con tenacidad, cada día avanzamos”. Y agrega: “Más allá de la economía, tenemos que agradecer estos inmigrantes. Nos han enriquecido enormemente la vida”.
Sindico Domenico Lucano. Foto: Gianluca Congiusta
A las mismas conclusiones ha llegado una pareja gay en Alemania, Dirk Voltz y Mario, que respondiendo a la iniciativa “Place4-Refugees”, han hospedado a lo largo de unos meses en su casa a 24 entre sirianos, irakíes y afganos. Imagínense, una pareja gay que acoge gente de cultura musulmana y homófoba, según se cuenta, dejando puertas del departamento abiertas, cuchillos en la cocina, etc. ¿Están locos? Dirían muchos. En cambio, Dirk y Mario han conocido personas entusiastas y educadas, con experiencias de vida a veces desgarradoras, que han escuchado escondiendo unas lágrimas. Los cuchillos han servido para puñalar una cantidad industrial de cebollas, ajo, y carne, platos básicos de largas cenas cordiales, mientras los cuatro gatos gordos de la casa jugaban con los huéspedes, haciéndoles olvidar por momentos sus travesías. Para los dos alemanes, ha sido una experiencia muy intensa (ahora después de una pausa, recomenzarán a hospedar prófugos), que ha ampliado su percepción del mundo y de la vida. Si ha habido decepciónes, les han venido de los insultos racistas y hasta amenazas de muerte que han recibido desde unos cuantos compatriotas, comenta Dirk en Facebook. Qué pena. “Despierten, gente! Todos tenemos una parte de responsabilidad en lo que pasa en el mundo. El Bien y el Mal no pertenecen a categorias de personas o bloques religiosos, sino están en todas partes. No tenemos que hacernos ganar por el miedo”.
Ahora les llegan miles de mensajes de apoyo de todo el mundo. Dirk se dice sorprendido, hasta con escalofríos de emoción. “En fin, estos mensajes son un prueba que hay humanidad. Y por eso hay esperanza”. Esto es lo que creemos, contra vientos y mareas.
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*Guisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana, autora de la novela “Mariposas Rojas”
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