El pueblo Aché habitó durante siglos las extensas selvas orientales del Paraguay. Su historia está marcada por la sangre, el fuego y el despojo. La vida de Kryýgi no escapó a esta dinámica: tras asesinar a su familia, la denominaron Damiana, fue obligada a trabajar como criada y luego llevada a la Argentina. Con la llegada a la adolescencia, fue internada en un hospital neuropsiquiátrico donde murió de tuberculosis. El destino de su restos no fue el mejor. Mientras su esqueleto se perdió en el Museo de la Plata, su cráneo terminó en una universidad alemana. Un siglo después, el pueblo Aché logró restituir su cuerpo y devolverlo a la selva de donde nunca debió salir.
Por Miguel H. López*
“La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”.
Cicerón
Debates Indígenas, 7 de abril, 2023.- Desde la invasión española a la región durante la primera mitad del siglo XVI, se conocen relatos de persecuciones, cacerías humanas y, secuestro de niños y niñas con el objetivo de ser utilizados para la servidumbre o experimentos científicos. Esta práctica se volvió muy común entre los años ‘50 y ‘70, cuando la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) aplicó la orden marcial de sedentarización obligatoria en nombre del progreso. La consecuencia directa de esta medida fue el denominado genocidio aché.
Un siglo después de haber sido secuestrados, en el atardecer del 11 de junio de 2010, llegaban a la comunidad de Ypetĩmi (a 205 kilómetros de la capital Asunción) el esqueleto de una niña sin cabeza y el cráneo de un adulto, procedentes del Museo de la Plata ubicado en Argentina. Tras una ceremonia profundamente sentida, al día siguiente, un reducido grupo condujo los restos para su inhumación en los montes de su antiguo ekõandy (territorio de existencia y vivencia).
Finalmente, el cráneo de la niña recién retornaría en mayo de 2012 desde el Hospital de la Charité de Berlín. A partir de los huesos regresados desde Argentina y Alemania, la niña fue identificada por los actuales aché como kryýgi (armadillo de monte). De modo contrario, la otra osamenta, perteneciente a un peón aché que trabajaba en los yerbales de Taba’i y fue asesinado a hachazos en la cabeza, aún espera para recuperar su identidad ancestral.
Fotografías y restos de Kryýgi durante la ceremonia de restitución. Foto: Infojus
El inicio de la tragedia
En septiembre de 1896, en la región de Villa Encarnación (actual departamento de Itapúa), un grupo de colonos emboscó a una familia aché reunida en torno a una fogata en el monte. Los acusaban de haber matado un caballo. En la refriega asesinaron a una mujer que tenía consigo a una niña de entre 3 y 4 años que resultó ilesa y fue llevada como criada a una estancia. Allí fue bautizada como Damiana: el nombre del santo que corresponde al 27 de septiembre, el día en que fue asesinada su familia. Ese mismo año, los restos de la posible madre fueron recuperados in situ por el holandés Herman ten Kate y el francés Charles de la Hitte, el jefe y el ayudante de la Sección Antropológica del Museo de La Plata. Ambos también pudieron realizar las primeras observaciones, mediciones y fotografías de la niña, reparando en su estado de tristeza.
En 1898, por intermediación de De la Hitte, la niña fue llevada de Paraguay a la localidad de San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, como sirvienta de una familia de origen alemán apellidada Korn. Cuando en 1907 llegó a la adolescencia, la internaron en un psiquiátrico a cargo del médico Alejandro Korn, al considerar que su conducta sexual, libre e irrefrenable, debía ser punida y rectificada. El hospital neuropsiquiátrico quedaba cerca de la ciudad de La Plata, en la localidad de Melchor Romero. Fue allí donde el entonces jefe de la Sección Antropológica del Museo de La Plata, el alemán Roberto Lehmann-Nitsche, le realizó estudios, la desnudó y le tomó las fotografías que se convertirían en los últimos y valiosos registros de su existencia.
El cráneo y cerebro fueron enviados a la Sociedad Antropológica de Berlín “para un estudio especial”, a nombre del profesor Hans Virchow, quien los recibió en enero de 1908 agradeciendo lo que consideró un “maravilloso regalo”.
En 1907, Kryýgi falleció de tuberculosis, abrumada por la soledad en un mundo desconocido al que ingresó de un modo violento y en contra de su voluntad. Su cuerpo fue vejado en nombre de la ciencia, sometido a autopsia, medido y decapitado. Su tronco y extremidades permanecieron en La Plata. El destino de sus demás órganos se desconoce. El cráneo y cerebro fueron enviados por Lehmann-Nitsche a la Sociedad Antropológica de Berlín “para un estudio especial”, a nombre del profesor Hans Virchow, quien los recibió en enero de 1908 agradeciendo lo que consideró un “maravilloso regalo”.
Recién en 1913, Lehmann-Nitsche incorporó a la colección del Museo de La Plata el esqueleto sin cabeza de Kryýgi, por lo cual dejó de pertenecer a su colección de estudio privada. El cabello y la piel fueron deficientemente registradas hasta que en 2016 fueron halladas e identificadas en el Museo de La Plata (su restitución aún está pendiente). Por su parte, el cráneo fue incorporado al Instituto de Anatomía de la Facultad de Medicina de Berlín, dos años después de haber sido recibido, diseccionado y estudiado.
Ceremonia de restitución del cráneo de Kryýgi en el Museo de las Memorias de Asunción en 2012. Foto: Colectivo Guias
El largo camino de la restitución
En marzo de 2007, la Liga Nativa por la Autonomía, Justicia y Ética (Linaje), integrada por miembros de la comunidad aché Kuētuvyve (hoy desaparecida), realizó el reclamo formal de restitución de los restos de sus parientes al Museo de La Plata. A finales de ese año, Emiliano Mbejyvági viajó como emisario aché hasta La Plata para ampliar el requerimiento: pedía la restitución de los cuerpos de Kryýgi y de otros miembros de su pueblo depositados allí. El pedido también incluía los objetos tomados en el lugar de la matanza. Ofreció intercambiar elementos aché de uso cotidiano.
El Honorable Consejo Académico de la Universidad Nacional de La Plata constituyó una nutrida comisión ad hoc para dar seguimiento y respuesta al pedido. Para ello, atendieron la Ley N° 25.517 y su reglamentación que disponen que los restos de indígenas que formen parte de museos o colecciones públicas y privadas pueden ser puestos a disposición de los pueblos de pertenencia que los reclamen. Sin embargo, recién en 2009, la Federación Nativa Aché del Paraguay (FENAP) obtuvo su personería jurídica, se legitimó ante el Estado paraguayo como representante del pueblo Aché y pudo continuar con el reclamo.
La Ley N° 25.517 y su reglamentación disponen que los restos de indígenas que formen parte de museos o colecciones públicas y privadas pueden ser puestos a disposición de los pueblos de pertenencia que los reclamen.
El 18 de diciembre de 2009, el Consejo Académico emitió la Resolución N° 283 que aprobó la restitución de parte de los restos de Kryýgi y el cráneo del peón. Este último había sido donado al Museo de La Plata en agosto de 1904 por el entonces rector de la Universidad Nacional de Asunción, Federico Codas. Sobre los objetos recolectados y los demás esqueletos, el máximo órgano universitario no se expidió y recomendó esperar a su completa revisión. Por su parte, las Cancillerías de ambos países articularon la operativa necesaria para el ingreso a Paraguay.
El 10 de junio de 2010, se concretó la entrega oficial de las urnas en el Museo de La Plata. En representación del pueblo Aché, se encontraban Emiliano Mbejyvági (Linaje) y Milcíades Tayjángi (FENAP); de parte del Estado argentino, había autoridades de la Universidad Nacional de La Plata y la Facultad de Ciencias Naturales; y, finalmente, organizaciones indígenas argentinas y de Derechos Humanos. Entre los representantes del Museo de La Plata, se destacaban la presencia de la especialista Patricia Arenas, su equipo multidisciplinario y el Grupo Guías, integrado por estudiantes. Esa misma noche arribaron los restos a Asunción y quedaron a resguardo de la Embajada argentina. Al día siguiente, se realizó un primer ritual conmemorativo en el Museo de las Memorias para luego trasladarlos a su destino final: Ypetĩmi.
El pueblo Aché acompaña la vuelta de Kryýgi al bosque. Foto: Colectivo Guias
El reencuentro en la paz de la selva
Al atardecer del viernes 11 de junio, llegaron a la comunidad las urnas envueltas en rave, la tradicional alfombra de hojas de pĩdo (palmera). Una multitud integrada por delegaciones de las demás comunidades aché realizaron el ritual de bienvenida en el centro ceremonial. En la entrada se hallaban, flanqueando el trayecto, hileras de luchadores del ancestral tõmumbu (el enfrentamiento de rectificación ética) y jepy (defensa y venganza). Cuerpos pintados de negro, adornados con viju (plumas suaves), con javã en la cabeza (gorro cónico de piel de animal) y con el mortífero japē (lanza de pelea) en las manos daban el marco solemne a la bienvenida y despedida que espesaba el aire de emotividad y sobrecogimiento.
Tres mujeres ingresaron los restos, mientras los hombres se alteraban y emitían sus jambu (rugidos). Adentro, el chĩnga (lamentaciones y gritos de reclamo) y los lastimeros pre’e (canto) llenaban de angustia uno de los momentos más emblemáticos vividos por los aché: la reincorporación de sus miembros despojados por los beru (hombre blanco) y los apã proro (hombres blancos con armas de fuego) hace más de un siglo. Además, el reencuentro de norteños y sureños diluían la ancestral diferencia entre los gatu, wa (grupo al que pertenecía la difunta Kryýgi mái) y los iroiãngi.
Un reducido grupo de hombres y mujeres ingresó a la espesura del Parque Nacional Caazapá para depositar en las entrañas de la tierra a la niña y al joven que, por fin, regresaban a su ancestral ka’a vachu (selva) de la que fueron arrancados.
Después de las arengas de dolor, de alusiones al genocidio, del despojo de territorios y, de la verificación de los huesos y cráneo, el pueblo Aché veló a sus muertos toda la noche. Al día siguiente, un reducido grupo de hombres y mujeres ingresó a la espesura del Parque Nacional Caazapá, antiguo territorio de cacería y recolección, para depositar en las entrañas de la tierra, en un lugar secreto, a la niña y al joven que, por fin, regresaban a su ancestral ka’a vachu (selva) de la que un día fueron arrancados. Parte de la ceremonia fue retratada por el realizador argentino Alejandro Fernández Mouján, quien en 2015 estrenó el documental Damiana Kryýgi, que recorre su rastro hasta su regreso final.
En 2011 y gracias a un exhaustivo trabajo de la periodista alemana Heidemarie Boehmecke, la comunidad académica informó que el cráneo de la niña había sido localizado entre la colección anatómica del Hospital Universitario Charité en Berlín. El Museo de La Plata proveyó toda la documentación y los antecedentes; y la embajada paraguaya en Alemania realizó los procedimientos a pedido del pueblo Aché. En abril de 2012, finalmente, Kryýgi estaba completa y en paz, acunada para siempre en la espesura del bosque donde un día, hacía unos 120 años, había llegado al mundo.
---
* Miguel H. López, periodista, docente de la Universidad Nacional de Asunción y escritor. Investigador del Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios. Categorizado Investigador del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Paraguay. Realizó trabajos de acompañamiento a comunidades aché. Defensor de derechos indígenas.
----
Fuente: Publicado en Debates Indígenas el 1 de abril de 2023 y reproducido en Servindi respetando sus condiciones: https://bit.ly/3Uhi89e
Te puede interesar:
Paraguay: Nativos organizan movilización tras asesinato de dirigente
UltimaHora, 27 de febrero, 2019.- Marciano Chevugui, miembro de la etnia Aché y dirigente indígena, anunció que un grupo de nativos llegará hasta la capital para movilizarse y otros realizarán cierres de rutas en el interior del país. Seguir leyendo...
AÑADE UN COMENTARIO