Servindi, 5 de enero, 2023.- Los pueblos indígenas y comunidades locales (PICL) se encuentran en primera línea ante la crisis planetaria y social agravada por el cambio climático y la pérdida acelerado de la biodiversidad.
En este escenario, el mundo depende cada vez más de los PICL para restaurar las relaciones armoniosas entre la humanidad y el planeta, gracias a que conservan vivas sus culturas, la transmisión de sus conocimientos de generación en generación así como sus instituciones y estructuras de gobernanza, las cuales están más allá que cualquier convenio internacional.
A continuación compartimos una reflexión y a la vez un llamado desde el consejo del Consorcio Ticca a favor de los territorios, su gobernanza y el rol de los PICL, a propósito de los últimos abordajes y acuerdos de la COP 15 de biodiversidad.
“Cuando cuidas la tierra, la tierra te cuida a ti”
En diferentes contextos en todo el mundo, las identidades, culturas y formas de vida de los pueblos indígenas y las comunidades locales están entrelazadas con la salud de nuestras tierras, aguas y territorios colectivos. No nos proponemos “conservar” porque sí, como alguien que pretende “salvar a las ballenas” podría hacerlo. Lo hacemos por una cuestión de identidad, bienestar, cuidado colectivo y reciprocidad, tanto dentro de nuestras comunidades como entre ellas y con todas las otras formas de vida en la Tierra. Nuestra conservación se basa en conocimientos e instituciones que se han transmitido de generación en generación y forman parte de nuestras culturas vivas y estructuras de gobernanza. Esto va mucho más allá de los parámetros de los convenios internacionales y los derechos negociados por los estados-nación en nuestro nombre.
Merecemos ser respetados, reconocidos y apoyados de diversas maneras, de acuerdo con nuestros contextos y circunstancias únicos y nuestras prioridades autodeterminadas. Compartimos múltiples puntos en común, en particular el vínculo inquebrantable y el compromiso de sostener y defender nuestros territorios de vida y garantizar un planeta sano, seguro y sostenible para las generaciones futuras. Al mismo tiempo, nos enfrentamos a diversas complejidades y realidades crudas, y cargamos con el peso de las injusticias estructurales y sistémicas y los traumas intergeneracionales.
En la recta final de las negociaciones de la ONU respecto al marco mundial de la diversidad biológica posterior a 2020, es el momento de reconocer que los pueblos indígenas y las comunidades locales son fundamentales para sostener la diversidad de la vida en la Tierra. Una de las mejores oportunidades para revertir las crisis planetarias y sociales interconectadas es escuchar, respetar, reconocer y apoyar adecuadamente a los pueblos indígenas y a las comunidades locales. Es en este contexto que nos gustaría reflexionar sobre una cuestión importante.
Hemos leído con compasión y preocupación los informes y recomendaciones recientes de los órganos de derechos indígenas del sistema de la ONU y las declaraciones de organizaciones indígenas selectas sobre la confusión entre “pueblos Indígenas” y “comunidades locales” en el derecho internacional. Se trata de un tema de una relevancia e importancia cada vez mayor para nuestra membresía. No es una cuestión de “blanco y negro”, no está en absoluto “resuelta” y tiene muchas aristas y complejidades que merecen ser consideradas con gran cuidado, sensibilidad y matiz. Esto es sumamente crítico dadas las crisis que se entrecruzan, incluida la destrucción acelerada de nuestros territorios de vida y la necesidad de un esfuerzo combinado masivo.
En el contexto de los sistemas jurídicos de estado-nación y multilaterales, es cierto que debemos ser muy cuidadosos e intencionados con las palabras que utilizamos. Ciertas identidades y derechos específicos de un grupo no pueden ni deben confundirse entre sí. Celebramos la diversidad en todas sus formas y rechazamos la tendencia a homogeneizar o “aplanar” la hermosa complejidad de la expresión y la experiencia humanas.
Asimismo, también es cierto que los derechos internacionales reconocidos por los estados-nación son, por definición, negociados. Son dinámicos, no estáticos ni garantizados. Son al mismo tiempo una aspiración, un estándar básico y un escenario constante de lucha por el poder y el reconocimiento, a menudo plagado de contradicciones, prejuicios y facciones ideológicas.
Durante muchas décadas, los pueblos indígenas han demostrado una fortaleza y un liderazgo increíbles en la promoción del reconocimiento internacional de sus derechos a través de los estados-nación y los sistemas multilaterales. En particular, el largo proceso de negociación y adopción de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUDPI) en 2007 representa un logro formidable que marcó un nuevo hito en el reconocimiento internacional de los derechos individuales y colectivos. Esto ha tenido un efecto dominó sin precedentes en el reconocimiento de los derechos específicos de otros grupos, ayudando a “subir la marea” para otros en la búsqueda de la paz, la dignidad y el bienestar para todos.(1)
Siguiendo este poderoso legado, honramos la realidad de que el reconocimiento internacional de los derechos específicos de un grupo no es una suma nula. Estamos promoviendo colectivamente que se amplíen y profundicen las oportunidades para que todos los titulares de derechos sean debidamente reconocidos y apoyados, incluso en contextos únicos y específicos.
Si bien cada lucha comunitaria es única, el reconocimiento internacional de los derechos de un grupo no debe producirse a costa o excluyendo los derechos de otro grupo, especialmente cuando ambos grupos sustentan la diversidad de la vida en la Tierra y ambos grupos son marginados sistemáticamente por los estados-nación y la sociedad en general. En tiempos de creciente división y polarización, racismo y xenofobia, debemos seguir promoviendo que todos los titulares de derechos hablen por sí mismos y formen parte de las decisiones que les afectan, respetando al mismo tiempo a los demás con circunstancias únicas y esforzándonos por elevar a todos hacia la equidad y la dignidad. Debemos buscar un punto en común y una conexión, y apoyarnos unos a otros en solidaridad y con respeto, incluido el respeto por nuestras diferencias a medida que aprendemos de la sabiduría ancestral que se transmite y que es tan crucial para el futuro de la humanidad.
Los pueblos indígenas y las comunidades locales se encuentran colectivamente en la primera línea de la crisis planetaria y social. Sí, tenemos diferencias significativas que no deben ignorarse ni descartarse. Sin embargo, nuestros puntos en común nos unen de maneras que superan con creces las limitaciones de estas diferencias y nos impulsan a buscar aún más conexiones y alianzas.
Debemos renovar y regresar constantemente a nuestros valores y principios esenciales de reciprocidad, respeto, solidaridad, dignidad, empatía y cuidado colectivo. No es un trabajo sencillo, pero debemos estar preparados para estar a la altura de las circunstancias, ya que el mundo depende cada vez más de nosotros (como custodios y guardianes de los territorios de vida) para que proporcionemos sabiduría y orientación sobre cómo sanar las relaciones de nuestra especie entre sí y con la Tierra.
Hacemos un llamado a todos los que estén dispuestos a participar en un intercambio y diálogo honesto y respetuoso sobre estos temas, y a unirnos en solidaridad y unidad en nuestras causas comunes. Tenemos mucho trabajo por delante y necesitaremos tantos corazones, mentes y manos abiertas como sea posible.
Nota:
(1) Las Directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques (2012) de la FAO, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales (2018), y varias decisiones de tribunales regionales y nacionales y de comisiones de derechos humanos se han informado e influenciado por la DNUDPI, y han seguido basándose en ella para ampliar el alcance y la naturaleza de los derechos de las comunidades marginadas en diversos contextos. También debemos reconocer los esfuerzos internacionales que precedieron a la DNUDPI y que contribuyeron en gran medida a su formulación, como el Convenio 169 de la OIT (1989) y la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (2001). A su vez, todos estos avances contribuyen a fomentar el reconocimiento de los derechos.
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