Un diálogo democrático que identifique las prioridades del país solo será posible entre quienes, por convicción o reconocimiento, estén dispuestos a conversar. De lo contrario, seguiremos viviendo una carrera entre “demócratas” sin compromiso.
Yo a vos no te creo nada
Como vos vas a creer en mí
Calaveras y diablitos, Los Fabulosos Cadillacs
Por Maria Claudia Augusto*
Idehpucp, 2 de noviembre, 2021.- En un célebre artículo, Amartya Sen concluía que la democracia como compromiso universal era el acontecimiento más importante del siglo XX. La disposición a participar del debate público en búsqueda de valores y prioridades comunes aparecía como uno de sus elementos. Pero, ¿qué sucede cuando no hay predisposición a escucharse? o, si es que la hay, ¿qué ocurre cuando preferimos escuchar lo convergente antes que lo distinto?
Distintos trabajos han dado cuenta del surgimiento de posiciones radicales populistas que encuentran en el internet un vehículo de fácil difusión para posicionar narrativas en defensa de la “democracia” (1). Nuestro país no es la excepción a esta ola. Mientras que, por un lado, la derecha popular y sus aliados se declaran en una lucha titánica para salvarnos del comunismo en nombre de la democracia, del otro lado, Perú Libre denuncia persecución política, emprende un embate contra los “caviares” y se adjudica también el nombre del pueblo.
La defensa de la democracia que enarbolan sus voceros esconde más un ansía de detentar el poder. Bajo estos incentivos, es mejor empujar al otro antes que caer primero. Curiosamente, estos actores pueden discrepar en lo ideológico, pero se dan la mano en lo antiinstitucional.
Estos extremos apelan a la ideología como punta de lanza. Su simplificación de la realidad complica la posibilidad de un diálogo y dificulta la posibilidad de emprender reformas (2). Si algo suelen tener en común es su poca disposición a escucharse, nada más alejado del pluralismo político que tanto llamaba la atención a Sen. El reciente anuncio de un paquete tributario por parte del gobierno como parte del pedido de facultades y que en cuestión de días se encuentra más cerca al archivo que al diálogo, es muestra de ello.
En muchos casos, la defensa de la democracia que enarbolan sus voceros esconde más un ansía de detentar el poder. Bajo estos incentivos, es mejor empujar al otro antes que caer primero. Curiosamente, estos actores pueden discrepar en lo ideológico, pero se dan la mano en lo antiinstitucional. Como menciona Alberto Vergara en una columna reciente, el fujimorismo contra el que muchos reniegan es también una forma de hacer política que atraviesa espectros ideológicos.
Esto permite entender por qué la aprobación de la modificación de la cuestión de confianza es celebrada por una mayoría parlamentaria como un hito democrático de equilibrio de poderes o por qué la eliminación de las elecciones primarias es resumida como una política que no encuentra cauce en nuestra realidad.
Sin embargo, no son el único tipo de actores. Están también quienes ingresan a política para gestionar sus intereses personales y que suelen estar envueltos en una alta carga de deudas, denuncias o favores por devolver. Por tanto, ven en el cargo representativo una forma de representarse a sí mismos, blindarse por unos años o acceder a un botín. Ejemplos sobran en este punto.
Finalmente, se encuentran quienes, teniendo buenas intenciones, se entrampan en la inexperiencia y en los incentivos perversos de nuestro sistema político. Sin posibilidad de reelegirse y con vínculos de representación débiles, estos actores priorizan el rating político en su afán de ser recordados. La búsqueda de un titular o la competencia por ser quien presenta más proyectos de ley son sus principales manifestaciones y pueden conducirlos a apoyar causas de las que entienden poco.
Estos actores no son excluyentes; por el contrario, suelen sobreponerse entre sí. Y aunque el diagnóstico parezca pesimista, lo cierto es que un diálogo democrático que identifique las prioridades del país solo será posible entre quienes, por convicción o reconocimiento, estén dispuestos a conversar. De lo contrario, seguiremos viviendo una carrera entre “demócratas” sin compromiso, cuyas consecuencias sobre la gobernabilidad ya conocemos.
Referencias
- Applebaum, A. (2020). The Twilight of Democracy: the seductive lure of authoritarianism. Nueva York: Doubleday.
- Dargent, E. (2021). El páramo reformista: un ensayo pesimista sobre la posibilidad de reformar el Perú. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
- Kahhat, F. (2019). El eterno retorno: la derecha radical en el mundo contemporáneo. Lima: Crítica.
- Stefanoni, P. (2021). ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
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* Maria Claudia Augusto es politóloga de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
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Fuente: Instituto de Democracia de Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP): https://idehpucp.pucp.edu.pe/notas-informativas/democratas-sin-compromiso/
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