Necesitamos incluir a los espíritus y apus de la naturaleza, en nuestra forma de educar a los niños y jóvenes en este nuevo panorama de la realidad, para darle el sentido holístico que la Madre Tierra acepta al acogernos en armonía con todo lo demás.
Por Kevin Oviedo
23 de abril, 2020.- El mito es la herencia del inconsciente colectivo que asegura el camino de vida de un pueblo o nación. Explica las ideas del origen del universo, y su complejidad en la acción de causa y efecto (por qué el cielo está separado de la tierra y el mar, por qué las estrellas brillan en la noche, etc); explica en desenvolvimiento del hombre con el medio ambiente que lo acoge e intenta hacer comprender el funcionamiento de su propia mente.
Según el antropólogo Joseph Campbell, los cuentos que narra el mito son “el sueño colectivo de la humanidad”. Este mundo onírico cumple la función de ordenar el mundo material; evoca un sentido de asombro y respeto a un orden social e introduce a las personas en el camino espiritual de la iluminación.
Sin embargo, la inutilidad del mito, en la actualidad, está enraizada en el trabajo de varios intelectuales contemporáneos. Es considerado, junto a la religión, como primitivos intentos de ciencia, pues eran teorías que las personas ideaban para explicar el mundo.
"Por un lado, podemos pensar que nuestra mente es mucho más sofisticada que la de muchos indígenas de la maloca, pero no estamos desarrollando tanto nuestra capacidad de pensar simbólica, intuitiva y analógicamente como ellos, a la hora de contar el origen del río y los peces en relación con las técnicas de pesca y la abundancia."
El problema radica en que no se comprende el significado simbólico y profundo del mito en la psique humana. Para el psicólogo Carl Jung, estas historias conectan a los individuos, y las sociedades, con la naturaleza, los animales, los bosques y los espíritus. Ayuda a las personas a saber cómo darle sentido a su mundo y cómo comportarse en sociedad.
Por un lado, podemos pensar que nuestra mente es mucho más sofisticada que la de muchos indígenas de la maloca (y quizás lo sea, en el sentido sofista, para engañar y engatusar con términos y juegos de palabra), pero no estamos desarrollando tanto nuestra capacidad de pensar simbólica, intuitiva y analógicamente como ellos, a la hora de contar el origen del río y los peces en relación con las técnicas de pesca y la abundancia.
Por ejemplo, para poder iluminar a una persona con un tema nuevo, debemos recurrir a las “fábulas” de similitud y comparación. Mientras que el lado racional de nuestra mente intenta recurrir a la memoria y lo concreto, el lado simbólico, y el panteón personal de sueños, van a ayudar a darle sentido y explicar el porqué de dicho concepto o tema.
Asimismo, los hechos y las teorías científicas se enseñan a temprana edad como si tratara de un catecismo dogmático, menospreciando las capacidades críticas y éticas del alumno, evitando la posibilidad de contemplar la realidad desde su propia perspectiva. Todo aquel que se considera serio y respetable, no intentará nunca cuestionar el estatus de la ciencia y el conocimiento que supuestamente ha suministrado.
Para la ciencia oficial, no existe misterio en la naturaleza. La dualidad de sujeto–objeto ha reducido nuestra percepción a entender solamente lo visible y lo físico; sin tomar en cuenta el mundo espiritual y anímico de las personas, aquel que nos ayuda a resolver nuestros auténticos problemas de vida.
A diferencia de un estudiante, que memoriza algo para un examen, un mito le ayudaría a entender al conocimiento como un reto, donde siempre es posible que no encuentre la respuesta. E incluso, de encontrar esa respuesta, no podría estar seguro de tenerla de la misma forma que se tiene una evidencia científica. La educación moderna produce estudiantes que memorizan hechos, pero no son intrigados a explorar los misterios detrás de los ellos.
El mito (sus cuentos y fábulas extraordinarias) estimulan un tipo de pensamiento más reflexivo. Ayuda a preguntarse “¿qué significa esto?” o “¿qué simboliza este fenómeno?” y se interesa, a su vez, por la belleza que puede transmitir una historia, porque en ella está también la verdad del mundo.
Ahora bien, todas esta “fábulas” provienen de la fábula más grande de todas: la naturaleza. Esta última no está separada del espíritu, y en muchas cosmovisiones tribales es correlato de lo divino. Es el vehículo de la conciencia para aparecer en este mundo material. Por lo tanto, toma a la Tierra como una gran madre con vida propia, de la cual salimos nosotros, y somos parte de ella para siempre. El mito estimula, entonces, el respeto y la integración de lo que nos rodea como parte de un todo.
Actualmente la mayoría de las personas reconoce el "poder de las historias" como elemento de contacto humano y de transferencia empática. El mito, sin embargo, conlleva algo más que una simple historia, nos habla de un misterio (naturaleza), de una iniciación (el viaje mítico) y de una participación activa en el conocimiento (cultura).
Se necesita, en ese sentido, una educación que nos muestre de dónde venimos espiritualmente. Que nos muestre lo “único y diverso de la consciencia colectiva”, en relación con la naturaleza, que nos viene diciendo: “También estoy aquí, soy parte de tu realidad. Soy tu madre creadora y también por dónde caminas para vivir”. Necesitamos incluir a los espíritus y apus en nuestro mundo “real”, para darle el sentido holístico que la Madre Tierra acepta al acogernos en armonía con todo lo demás.
"Debemos replantear la forma de preparar a nuestros niños y jóvenes para la vida. Los acontecimientos actuales nos han mostrado que no podemos pensar de manera egoísta si queremos seguir perteneciendo a este gran ecosistema vivo en espíritu y materia."
El lenguaje universal de los cuentos y las historias en el cine son una herramienta poderosa de educación intercultural, que no solo abrirá el panorama de un paradigma, sino que nos ayudará a entender que todos estos, de cierta manera, están conectados. Que todas las culturas, en su diversidad, están ligadas en relatos, bailes, pinturas y películas. George Lucas, creador de la saga ‘La Guerra de las Galaxias’, confesó que su intención, al contar estas historias, era crear un “mito para el mundo moderno”.
Debemos replantear la forma de preparar a nuestros niños y jóvenes para la vida. Los acontecimientos actuales nos han mostrado que no podemos pensar de manera egoísta si queremos seguir perteneciendo a este gran ecosistema vivo en espíritu y materia. Debemos involucrar el poder del cuento, el mito y lo misterioso para formar generaciones capaces de desenvolverse en un cultura diversa y dinámica, sin perder su presencia en cada decisión de vida que tomemos.
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