Por Jonathan Hurtado
Servindi, 19 de abril, 2016.- El entusiasmo con que ha sido recibido la noticia de la obtención del Premio Goldman por Máxima Acuña es porque su lucha simboliza la lucha por la dignidad de todo un pueblo frente a un gigante abusivo y avasallador.
Cuando se tuvo que elegir entre consentir los trabajos de una empresa cuestionada o batallar a pie firme para defender el agua, la vida y el ambiente, Máxima no dudó un instante y con gran parte del pueblo de Cajamarca optó por lo segundo.
Años después y sin buscarlo, el reconocimiento mundial a esta larga batalla que se inició el 2011 llegó de manos de la Fundación Goldman que otorga el Premio del mismo nombre, un equivalente al Premio Nobel pero en el campo de lo ambiental, y que le fue entregado la noche del lunes 18 de abril a la campesina de 47 años en San Francisco, Estados Unidos.
Foto: Goldman Prize
Para los que tal vez lo hayan olvidado o para aquellos que no han seguido de cerca los conflictos socioambientales en Cajamarca, el proyecto Conga ha sido motivo de dura y sangrienta represión por parte de las denominadas fuerzas del orden.
Lejos de Lima y con la mayoría de medios de comunicación inclinados hacia el lado corporativo de la balanza, el conflicto sacó lo peor de los policías y soldados, quienes, desde luego, operaban bajo las órdenes del Gobierno y con la asistencia logística comprobada de la empresa a cargo del megaproyecto minero Conga: Yanacocha, sí, la misma empresa responsable del derrame de mercurio en Choropampa.
Dicho esto, Máxima al recibir el premio y luego de conmover al auditorio con un emotivo canto sobre lo sufrido en estos años, afirmó resuelta que seguirá luchando por los "compañeros que murieron en Celendín y Bambamarca", y por todos los que están en lucha en Cajamarca.
Porque así fue, en Cajamarca, en las ciudades de Celendín y Bambamarca, se perdieron vidas.
Producto de un brutal ataque de las fuerzas combinadas del orden, murieron el 3 de junio de 2012, en Celendín, Paulino García Rojas, Faustino Silva Sánchez y César Medina Aguilar, este último de solo 16 años. Dos días después, a consecuencia del mismo ataque, falleció Antonio Sánchez Huamán.
Un equipo de profesionales que llegó hasta la zona para investigar las muertes, determinó que varios de los disparos asesinos procedieron de un helicóptero. Las denuncias se hicieron, pero jamás prosperaron. Los responsables de las muertes quedaron hasta hoy en la impunidad.
Esa misma impunidad es la que enfrenta Máxima Acuña casi a diario. Por negarse a abandonar su propiedad, ella, su familia y hasta sus mascotas fueron objetos de ataques físicos por parte de policías y personal de seguridad -de la empresa Securitas, Máxima los cita en su canción- al servicio de Yanacocha, la más importante explotadora de oro en Sudamérica.
Máxima ante representantes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
La prestigiosa revista Etiqueta Verde publicó un amplio perfil sobre Máxima, "La Dama de la Laguna Azul", como se le conoce porque justamente su vivienda -sobre la cual Yanacocha dice tener derechos- se ubica muy cerca de esa laguna, en las montañas de Cajamarca.
El texto ofrece un registro de los vejámenes que ha tenido que soportar: los golpes, la quema de su primera casa, el daño a sus cultivos, el aislamiento casi total.
Pese a todo, Máxima no estuvo sola. Organizaciones de derechos humanos, activistas ambientales, ciudadanos comunes, todos los que han sido capaces de comprender su causa, le han tendido alguna vez una mano. En algunos casos incluso han llegado hasta su casa en Tragadero Grande y han pasado tiempo con ella, y de paso han sido testigos del hostigamiento continuo de la empresa y sus secuaces a sueldo.
Gracias a todo este apoyo, el discurso de Máxima, una mujer que viste a la usanza tradicional, con polleras y sombrero, ha llegado a diversos auditorios. Uno de los más recientes fue la cita de representantes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en Lima, el mes de octubre del 2015.
Pero como señalamos al principio la lucha de Máxima es la lucha de muchos y de muchas que aún siguen invisibilizados por el poder mediático. No solo en la sierra norte del Perú, también en el centro, en el sur, en la costa y en la Amazonía.
La menuda campesina cajamarquina no es la primera mujer peruana que recibe el Premio Goldman. Lo han recibido antes María Elena Foronda (2003) por su lucha contra la pesca indiscriminada en Chimbote y Ruth Buendía (2014), dirigente de la Central Asháninka del Río Ene (CARE), por su defensa de la Amazonía ante la instalación de grandes represas.
El galardón también lo han recibido antes Evaristo Nugkuag (1991), del pueblo indígena Awajún y Julio Cusurichi (2007), del pueblo Shipibo.
También lo han recibido líderesas de talla mundial como la hondureña Berta Cáceres, lideresa del pueblo Lenca y también defensora del agua, contra los proyectos hidroeléctricas que aún pretenden apresar y matar al río Gualcarque, vilmente asesinada en marzo de este año.
Máxima Acuña y Berta Cáceres, nos dan una lección ejemplar de cómo se defiende el agua y la dignidad de nuestros pueblos, sin ningún temor frente a los poderosos.
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