Servindi, 20 de marzo, 2024.- Casi la cuarta parte del territorio boliviano, 23 por ciento, está declarado como área protegida. Sin embargo, esto no impidió que el país altiplánico –también amazónico– sobresalga entre los más deforestados.
Es así que, en 2023, la pérdida de sus bosques subió 32 por ciento con respecto a 2022, resultando “la tasa más elevada de la historia para ese país”, según difundió el medio NYT, citando data de ACA/MAAP.
Y es que hoy Bolivia transita la orilla opuesta de lo que proclamaba: una nueva etapa de reivindicación indígena y de la Madre Tierra, y regresó a encarnar un proyecto colonizador extractivista, debido a una progresiva desinstitucionalización de la protección ambiental y al recorte de derechos indígenas.
Así, según refieren especialistas y líderes indígenas, el Estado autoerosiona su propia normativa en favor de las presiones de los poderes económicos, generando el despojo de los territorios.
“Estamos viviendo un retroceso [de la institucionalización ambiental]. Hemos avanzado un paso y volvemos diez”, sostuvo la lideresa del pueblo Uchupiamona Ruth Alipaz Cuqui.
Ante esta desprotección, los despojados se conformaron en la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios y Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap).
Resistencias hermanadas
Esta congregación de fuerzas consiste en un gran frente ante el avance de las políticas extractivas que vienen alentando los gobiernos de toda índole en Bolivia.
Así, la Contiocap nace para frenar la devastación de los territorios enfrentando también la cooptación y la destrucción de algunas de las organizaciones tradicionales de representación indígena.
Ellas se encuentran fuertemente vulneradas y perseguidas por los gobiernos, con excepciones como la CIDOB Orgánica que lidera Tomás Candia, base de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).
Actualmente suman 34 resistencias –como se autodenominan– entre pueblos indígenas originarios, campesinos, organizaciones orgánicas, de base y defensores indígenas independientes.
Desde su conformación en 2018, tras la autoconvocatoria de la resistencia de Tariquía –oposición a una intervención petrolera en la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía–, la Contiocap se viene consolidando como una fuerza ante el avance extractivista.
De esta forma, ante estas amenazas, sus congregados no se hallarán solos ni divididos en la defensa de sus territorios.
“El nacimiento de esta Coordinadora fue para apoyarnos mutuamente entre resistencias”, explica Alipaz, al frente de la Contiocap.
Entre sus principales tareas, este frente visita permanentemente a las comunidades, así como se moviliza a los lugares siniestrados, como es el caso de los incendios provocados en los bosques.
Asimismo, reporta situaciones de violación a los derechos humanos para denunciarlos, formar y fortalecen liderazgos, gestionar proyectos productivos y apoyar la economía de las comunidades.
“Luchar por el territorio es luchar por la vida”, es el lema representativo de la Contiocap.
Fracaso económico: naturaleza en la mira
Frente al desmoronamiento de una economía que se fundó principalmente en el gas, los gobiernos apostaron por el camino rápido: desmantelar su propia institucionalidad ambiental, sometiéndose a los poderes económicos.
“Cuando ves eso y lo que tienen planificado económicamente, entiendes que el plan es colonizar todo: tomar tierras, destruir áreas protegidas e instalarse en todos los territorios que se pueda. Ese es el plan del gobierno”.
Así lo refirió en su momento Pablo Villegas, responsable de investigación del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB), en una entrevista al medio Mongabay.
Al igual que la lideresa uchupiamona Ruth Alipaz, coincide también en que “el gobierno ha desinstitucionalizado las áreas protegidas”.
Y es que son diversos los frentes que se han lanzado sobre la apropiación de los territorios. Desde taladores, cocaleros, mineros ilegales, hasta lotizadores quienes son la cara visible de las mafias por terrenos.
En Bolivia urgen disminuir los niveles de deforestación alcanzados, frenar los daños generados por la fiebre del oro, derogar el paquete normativo que dañan la naturaleza y garantizar la protección de las áreas naturales protegidas.
“No puede llamarse desarrollo a algo que mata”, expresó Alipaz.
Entre estos y otros desafíos, se abren paso las autonomías y autogobiernos, para que los pueblos se hagan cargo de su propia defensa y soluciones, sin intervencionismo, ejerciendo su autodeterminación.
“Para nosotros recuperar la autonomías es retomar lo propio, aquello que nos pertenecía, aquello que ya teníamos. Los territorios sin autonomía y sin independencia simplemente no tiene razón de ser”, enfatizó la lideresa.
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