Por Ana Isan
Ecología Verde, 18 de marzo, 2016.- Tres meses después del acuerdo mundial al que se llegó en el marco de la cumbre climática de París (COP21) el pasado 12 de diciembre, son muchos los interrogantes abiertos de cara al futuro más inmediato. Y, por descontado, el futuro más lejano está lleno de negros nubarrones cargados de incertidumbre.
Por un lado, no puede negarse que la celebración de COP21 se considera un gran acierto gracias al acuerdo alcanzado. Si bien los triunfalismos no vienen a cuento, sobre todo en el actual contexto, caracterizado por el actual modelo económico alto en carbono, pero el logro está ahí. No olvidemos que han sido necesarias más de una veintena de eventos, y otros tantos años, alcanzar este acuerdo.
Siempre hay puntos mejorables, pero también es cierto que hasta hace nada el acuerdo era casi una utopía. Contra todo pronóstico, se logró. Fueron necesarias dos semanas de complejas negociaciones. Finalmente, la cumbre parisina hizo historia: se alcanzó un acuerdo global vinculante para limitar el calentamiento global, si bien todavía no se ha firmado.
¿La firma del acuerdo?
La firma del acuerdo es una tarea pendiente que tiene fecha, y aúnque debería ser algo sencillo, no deja de ser todo un desafío reunir a 195 jefes de estado y gobierno.
Su éxito depende en buena parte de Ségolène Royal, la ministra francesa de Energía y Medio Ambiente, que asumió recientemente la presidencia de la Cumbre del Clima hasta su próxima edición (COP22), este mismo año en Marruecos.
Lo hace en sustitución del ex ministro de Exteriores Laurent Fabius, tras la dimisión de éste, con lo que Royal amplía su cartera para asumir también las Relaciones Internacionales sobre el Clima.
Su principal misión con respecto al acuerdo será movilizar a los líderes políticos para que asistan a la ceremonia de la firma del acuerdo, prevista para el 22 de abril en Nueva York.
Puesta en marcha del acuerdo
“La COP21 fue un éxito, pero esa fue la parte fácil”, bromeó Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Más que una broma, en realidad. Aunque ella misma calificó en su día el pacto de “milagroso”, las chanzas de Figueres a finales de enero en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, tienen mucho de verdad.
Por muy inesperado que fuese el “happy end” de la COP21, nadie como ella sabe todo lo que queda por hacer (…y por convencer) para que la hoja de ruta del plan sea factible. Y, lógicamente, sin plan de acción no hay resultados.
Hoy por hoy, y esto es vox populi, por muy creíble que sea el plan de acción parisino, lo cierto es que los compromisos de los estados no son suficientes para mantener el calentamiento global por debajo de los famosos 2 grados centígrados, con respecto a los niveles pre-industriales.
Pero no solo eso, porque además de la firma, al fin y al cabo una rúbrica, sin más, sería muy necesario lograr algún avance. Según apunta Figueres, “debe avanzarse también sobre el proceso de puesta en práctica, poner en marcha la máquina de la negociación y continuar con la agenda de la acción, en la que también participen otros actores claves, como empresas o colectividades territoriales”.
Igualmente, se celebrarán reuniones el 14 y 16 de abril en la capital gala con negociadores para preparar la sesión de Bonn, a mediados de mayo, donde se examinarán de forma rigurosa los mecanismos de trnasparencia y el seguirmiento de los compromisos nacionales.
Stop al America’s Clean Power Plan
La puesta en marcha del America’s Clean Power Plan meses antes de la celebración de la COP21 era un signo de esperanza, básicamente por la importancia de Estados Unidos como líder mundial.
Igualmente, China, otro hueso duro de roer hasta la fecha, se mostraba más decidida que nunca a invertir en renovables y abandonar de forma progresiva su gran dependencia del carbón. Sin embargo, pese a que el gigante amarillo sigue avanzando por la senda verde, el presidente Obama ha sufrido recientemente un varapalo político en forma de suspensión de su tan cacareado programa.
En concreto, la Corte Suprema ha supuesto un freno al plan energético de Obama relacionado con la energía limpia. A día de hoy, por lo tanto, el plan está en peligro.
Por lo pronto, el Tribunal supremo ha suspendido el America’s Clean Power Plan que Obama presentó este verano, con vistas a la conferencia sobre el clima de París (COP21), con el que para 2030 se preveía reducir en un 32 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la producción de energía eléctrica, tomando como base los registrados de 2005.
En junio próximo sabremos si el plan continúa. A tal fin, una Corte federal debe pronunciarse entonces sobre la decisión de suspenderla, tomada con el voto a favor de 5 jueces conservadores y 4 votos en contra progresistas. Entre otros motivos aducidos, se alegaba la oposición industrial y la oposición federal. Este último en alusión al procedimiento judicial instituido por 27 estados, republicanos mayormente.
Están convencidos de que Obama mantiene una “guerra contra el carbón” y acusan a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de una torticera supervisión del plan. Y, cómo no, tal y como era de esperar, los estados pro demócratas se muestran partididarios del plan.
Un comienzo…
Tampoco es justo ser derrotistas. Si bien las dificultades son muchas, y el futuro no resulta todo lo prometedor que quisiéramos, un cambio de perspectiva.
Como dice la sabiduría popular, las cosas de Palacio van despacio, y en este caso las excepciones son poco menos que imposible. Entre otras cosas, porque son muchos los países que deben ponerse de acuerdo, consensuar, comprometerse y avanzar hacia una sociedad baja en carbono.
“Uno de los mayores logros del Acuerdo de París no es solo el objetivo que marca, una vía de desarrollo que abre la puerta a un futuro climáticamente seguro; sino cómo se logra ese objetivo”, declaró Figueres en una reciente entrevista.
A su juicio, el pacto tiene un gran valor porque “se basa en la transparencia, el compromiso y la cooperación”. Aunque cada país se compromete a unos objetivos en función de sus circunstancias, y esto tenga su cara y su cruz, a su vez, “a partir de ahí, la comunidad global trabaja para asegurar que se logren esas metas o que incluso se superen”.
Todo un desafío, enorme, sin duda, pero la recompensa también lo es. Nuestra propia supervivencia está en juego, y también la del mundo tal y como lo conocemos. En el peor de los casos, la vida seguirá abriéndose paso, pero ya sin nosotros. Quizá el planeta salga ganando.
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